Desde el pasado 13 de julio, Algeciras cuenta con un nuevo juez decano en la persona de Jesús Madroñal Navarro. Incisivo y sincero en los asuntos que generan polémica, tanto a nivel local como nacional, el nuevo representante de los magistrados algecireños tras la marcha de Isabel Morón al Contencioso número dos de Huelva reconoce las carencias y necesidades de las que adolece la Administración de Justicia en la actualidad y demanda soluciones.
—Antes de entrar por la puerta de su despacho esperaba encontrar al magistrado más veterano de la comarca, pero veo que es usted bastante joven...
—El juez decano no es necesariamente el más viejo del lugar. En los partidos judiciales como éste, con 10 o más juzgados, el decano sale por votación de los compañeros. Es en las ciudades pequeñas donde queda asignado el más veterano. El proceso es el siguiente: te eligen, se propone la candidatura al Consejo General del Poder Judicial, éste lo aprueba y finalmente se publica en el Boletín Oficial del Estado.
—¿Cómo ha sido el desarrollo de su carrera judicial antes de recalar en Algeciras?
—Soy magistrado titular por oposición desde2000. Después, pasé por la Escuela Judicial en Barcelona y ejercí las prácticas como juez en La Línea, donde tomé posesión el 29 de abril del 2002. Aquello duró tres años, y después me trasladaron al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Utrera(Sevilla), algo que agradecí ya que soy natural de Mairena del Alcor. En diciembre de aquel mismo año logré la categoría de magistrado. Este ascenso supuso mi traslado forzoso a una ciudad grande, y escogí Algeciras porque durante mi periplo en La Línea estuve aquí viviendo.
—¿Es Algeciras una buena ciudad para ejercer?
—Francamente, no es una ciudad apetecible para magistrados y fiscales. En la comarca hay mucha actividad criminal, mucho trabajo, y, sin embargo, está considerada en el último grupo dentro de la clasificación de los partidos judiciales, en lo que se llama “el resto de ciudades”, y sin embargo hay un movimiento de millones de personas al año. Sería interesante que todos los sectores, políticos, TSJA, consejo... tengan en cuenta esta particularidad y nos lleven a donde corresponde.
—¿Qué supone para usted este respaldo y confianza por parte de los compañeros?
—Ha sido una satisfacción personal que los demás hayan visto en mí la capacidad necesaria para el cargo. Sin embargo, uno se enfrenta desde el primer día a la realidad de los problemas. Entre ellos, por ejemplo, el papel de mediador en el conflicto entre la Junta de Andalucía y las depositarias de los vehículos intervenidos -asunto publicado por este diario en su edición del pasado jueves 7 de agosto-. Además, y aunque suponga un pequeño incremento de sueldo, no es tanto en comparación con la carga de trabajo (risas). A ello hay que añadir que el juez decano tiene un papel representativo de la Administración de Justicia en el partido judicial. Ello supone compromisos, asistencia a eventos con autoridades políticas de la comarca y solucionar los problemas que día a día se vayan generando.
—El 2009 está siendo un año convulso en el ámbito de la Justicia. El trabajo de los jueces, magistrados y funcionarios ha estado en tela de juicio, el ministro Bermejo dimitió e incluso se ha dado el hecho casi insólito de una movilización de jueces a nivel nacional. ¿Cuál es el sentimiento actual de la profesión?
—Entre los profesionales hay mucha tristeza, ya que todos ellos están dando su vida y trabajando 10 horas diarias, celebrando juicios por la mañana y poniendo sentencias y estudiando asuntos en casa, en su tiempo libre. No es justa en absoluto la crítica voraz que se ha hecho desde todos los sectores. No podemos ser responsables de las carencias del sistema.
—¿Y cuáles son estas carencias?
—Todos los poderes del Estado se han adaptado a la modernidad menos la Administración de Justicia. En la Administración Tributaria se permite hacer la declaración hasta por el móvil. Por la razones que sean, la Justicia sigue anclada en los sistemas del siglo XIX. Necesita de una reforma estructural. Asimismo, estos cambios deben tocar aspectos como la reestructuración de las oficinas judiciales, el número de órganos o plantas y, sobre todo, en los medios informáticos.
—La mayoría de sus colegas inciden mucho en este último punto. ¿Existe la comunicación real entre juzgados?
—En absoluto. Es más, es insólito que un poder estatal único, por el hecho de que las necesidades materiales sean de competencia autonómica, cuente con hasta ocho sistemas distintos totalmente incompatibles entre sí. Al final, no hay forma de comunicación automática entre los juzgados, salvo los clásicos teléfono, fax y la fotocopia. Casi como en el siglo XIX.
—¿Se ha conseguido algo con el cambio de ministro?
—A Francisco Caamaño se le ven buenas maneras, pero van pasando los meses y en realidad todo sigue igual. Pero bueno, no cambia todo en un día.
—Vayamos al ámbito local. Primero se vende la unificación de sedes con la Ciudad de la Justicia, y ahora se busca nuevo local para la Audiencia. ¿Qué está pasando?
—La Ciudad de la Justicia es un proyecto que está lejano. Ahora la Junta pretende seguir con pequeñas inversiones en lo que ya existe, que al menos es algo que agradecer. En el caso de la Audiencia, necesitaba unas reformas para albergar el segundo contencioso que no eran posibles.
—¿Irá la Audiencia a la avenida Capitán Ontañón?
—No puedo confirmarlo. Es competencia de la Junta elegir el local. Lo que sé es que ese local concentrará la Sección algecireña, el Juzgado de Menores y su Fiscalía específica, los dos Contenciosos y el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria.
—Dada la pérdida de confianza de la población en la Justicia, ¿qué le diría a los ciudadanos?
—Que los profesionales están entregando su vida a su trabajo para conseguir las mayores y mejores garantías en la solución de todos los problemas jurídicos, y que cuentan con los mejores profesionales dentro de un sistema deficitario decimonónico.