Al igual que Camus, pienso que me gustaría amar a mi país sin dejar de amar la justicia, algo que no logro hacer por más que me esfuerce. Lo peor del Juez Serrano no es él mismo, que ya es decir, sino lo que este personaje tiene de representación de una parte de la magistratura de este país. Serrano nos obliga a pensar en la necesidad de tomar medidas urgentes de salud democrática, en el mismo sentido en el que el gobierno alemán ha tomado medidas disolviendo una parte de su ejército debido a la gran cantidad de infiltrados de la extrema derecha en ese estamento.
La justicia española necesita con urgencia ser expurgada de elementos que hacen del sectarismo tradicionalista, de su ideología antidemocrática y extremista, de su heteropatriarcado fulminado por su propia impotencia, una conducta judicial normalizada, aunque afortunadamente, discutida por muchos de sus colegas.
Lucille Clifton dijo con razón aquello de “me olvidaría de la historia si no fuera porque eso sería sumamente peligroso”. Serrano fue durante muchos años miembro activo de la Asociación Profesional de la Magistratura, la asociación de jueces más conservadora. La actitud prepotente, sus frases cargadas de odio y prejuicios ideológicos han marcado su devenir como juez y como político. Sobre el aborto ha dicho auténticos disparates, como que es uno de los factores principales de la crisis de natalidad en España.
Sobre los inmigrantes sostuvo que no eran ninguna solución, ya que “detraen más de lo que aportan”. Su odio a las mujeres queda recogido textualmente en la siguiente afirmación, refiriéndose a la sentencia contra los miembros de la manada: “La sentencia me parece gravísima… Se nota que es una sentencia dictada por la turba feminista supremacista”. En lo ideológico siempre se ha situado en la vertiente conservadora más antidemocrática. Un españolista excluyente con muchos complejos y frustraciones personales que, en este caso, se omiten más que por ética por estomagantes. En lo económico siempre ha sido un “liberal”, digamos de gatillo rápido. De esos que supuestamente piden casi 2.5 millones de euros para no hacer nada, supuestamente, y no devolverlos, supuestamente. Su inhabilitación por el Supremo a cuenta de un delirio religioso contra una madre, prevaricando para que su hijo pudiera asistir a la semana santa, da buena muestra del desorden de su señoría.
Tras este repaso somero, aparecen las interrogantes: ¿Cómo un personaje de este calibre ha podido llegar a ser juez? ¿Cómo se sentirán las personas que han sido juzgadas, o las familias que han buscado amparo en la justicia y que lo que han encontrado ha sido a un provocador profesional de mirada febril y amplio bolsillo?
Serrano no debe irse. A Serrano hay que echarlo.