El Unicaja ha acabado la primera vuelta de la Liga ACB como quinto clasificado con un balance de 12-5, su mejor marca desde el 2015, cuando acabó primero con tan solo tres derrotas con Joan Plaza en el banquillo. A este dato hay que sumarle el 7-1 en la BCL, contando las dos victorias de la fase previa junto a las cinco consecutivas de la primera fase.
Un 76% de triunfos que evidencia que hay proyecto sólido y no solo por la estadística, sino por lo que hay más allá. La gran habilidad que ha adquirido este equipo es su capacidad de adaptarse al guion de partido: sabe jugar a campo abierto, conoce el noble arte de ganar defendiendo y se adapta a partidos más trabados, físicos y de parones constantes.
Ha logrado competir en prácticamente todos, aunque acabara perdiendo ante Real Madrid en casa y en los pabellones de Baskonia, Joventut, Barça y Tenerife, lugares complejos. El mejor indicio de que el Unicaja es un equipo al que creerse es que también sabe ganar en partidos donde no tiene el día: en Manresa forzó prórroga, en Obradoiro no tuvo el día.
Este club vivió en verano una auténtica transformación con nueve fichajes que son diez con el de Yankuba Sima. Se confió en Ibon Navarro y este ha sabido repartir minutos y roles a la perfección. Por ello, hay motivos para confiar a lo grande.