Conchi Santiago tiene 30 años y a su cuidado cuatro niños; dos son suyos, dos niñas con 8 y 10 años, y los otros dos son de su hermana fallecida: en este caso, un niño de 11 años y una niña de 13. Sin embargo, no tiene un hogar fijo donde pasar con ellos todo el tiempo o donde dormir todas y todos juntos.
Con estas circunstancias es fácil imaginar el ajetreo que supone su vida diaria y, sobre todo, la de las criaturas. Pero, a la falta de una vivienda, porque no encuentra quién le arriende una pese a tener concedida la ayuda al alquiler, se une que su marido ha tenido que desplazarse hasta Teruel, donde reside actualmente, por cuestiones de trabajo, por lo que ha perdido ese apoyo que antes recibía para el cuidado de los pequeños por su parte.
Y para ilustrar las complicaciones que pasa a diario, basta con conocer, como nos cuenta la propia Conchi, como es un día cualquiera: después de recoger a los cuatro pequeños, ya que los suyos suelen dormir en casa de sus suegro o de su padre, y los de su hermana en casa del abuelo o de una tía, incluso a veces, de una amiga, les da de desayunar en casa del abuelo, muy temprano, porque este marcha pronto a trabajar en la venta ambulante, después, los deja en el colegio.
Incertidumbre a diario
Conchi cuenta esta pequeña odisea cotidiana a Viva Málaga a los 12.30 del mediodía y confiesa que a esa hora de un día cualquiera no sabe qué va a pasar por la tarde y la noche, cuando los recoja del colegio, que lo normal suele ser que coman en casa de sus padres, después pasa como puede la tarde con ellos, pero pensando dónde van a dormir al llegar la noche. Por eso dice, no se pueden concentrar en estudiar, o lo que es peor, “el chico se pone malo cuando llega la noche y llora porque quiere solo estar con ella” y no siempre puede.
Lamenta además que el padre de los dos sobrinos que tiene a su cuidado “no quiere saber nada de ellos”, hasta el punto que ante un problema médico de la niña, que requería la autorización paterna, tuvieron que recurrir a la tía para que contactara con el padre y solucionarlo.
Así las cosas, su llamada para conseguir un alquiler es cada vez más angustiosa, porque en la situación actual además, no puede trabajar al vivir solo para cuidar a los menores. Ella, está además empadronada en casa de su tía, lo que dificulta burocráticamente también a la hora de obtener la ayuda para alimento.
Una historia que no parece tener solución, porque esta misma noche, mientras la mayoría de las familias podrán acostar a sus hijos en su hogar, ella temerá que lleguen las nueve sin saber dónde llevará a los cuatro pequeños este día para que pasen la noche.