Artículo 510 del actual Código Penal español: incitar de manera directa o indirecta el odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo….
¿Y qué hacemos los que odiamos las actividades de determinados grupos, como pueden ser cazadores o taurinos? ¿Qué hacemos si odiamos el cruel y terrible espectáculo de ver cómo torturan y convierten a un pobre animal en una masa de dolor, miedo y sangre, con banderillas, picas y espadas, mientras suenan pasodobles para que el “respetable” no oiga los mugidos de dolor del toro? ¿Tiene que gustarme que usen caballos aterrados para torturar al toro? ¿Caballos de picadores, viejos y cansados, hartos de soportar embestidas a pesar de los petos, caballos de rejoneadores, huyendo del toro que les puede atravesar de lado a lado? ¿Nos tiene que gustar, tenemos que respetarlo?
Pues no, no respeto ni admito la barbarie ni la violencia de la mal llamada fiesta nacional, no acepto que se pague con mis impuestos, no acepto que se mantengan escuelas taurinas para enseñar a niños a matar y torturar, denigrando así el nombre de escuela.
Ni tan siquiera acepto que a un maltratador de animales se le dignifique con el noble nombre de maestro, cuando un maestro enseña a vivir y a respetar, que no es precisamente lo que hacen los toreros.
Y esos toros embolaos, toros de fuego, toros al agua, encierros de vaquillas, bercerradas con terneros no más grandes que un mastín…, ¿también tengo que respetarlo?
Si no tolerar esa barbarie, es un delito de odio, pues mire, señoría, me declaro culpable.
Cuando rescatamos perros de rehala abandonados o nos llegan avisos de perros de caza abandonados, todos ellos con un denominador común: su mirada de miedo, su delgadez, sus cicatrices, algunos con un navajazo en el pescuezo para quitarles el chip, otros con el cuello en carne viva por collares y ahorcamientos, su temblor y su agachar la cabeza cuando te acercas, temiendo el golpe.
Cuando nos dejan, a la puerta del Refugio, camadas de perros, la mayoría de caza o de guarda, algunas veces hasta con el cordón umbilical, lactantes con muy pocas posibilidades, pienso en sus madres, que les arrancan sus hijos, sin pensar en los posibles problemas de mastitis que puedan tener, sin pensar nada más que en quitarse el marrón, marrón que se repetirá en cada celo, hasta que muera la perra o la abandonen.
Cuando nos llama la policía para un decomiso en un criadero y ves esos animales, hembras explotadas con tumores, cachorros en jaulas, ¿de verdad tengo que respetar eso?
Cuando ves gatos de colonias envenenados, tiroteados…
Cuando lees en las noticias las “confusiones” de los cazadores que tirotean linces y osos, incluso personas…
Cuando ves las fotos en redes sociales de cazadores orgullosos posando delante de cadáveres de zorros, conejos, corzos, jabalíes…
Cuando conoces las técnicas del silvestrismo, de la caza con hurón, de las peleas de gallos (legales en Andalucía y Canarias)….
Todo esto es tolerable? ¿Qué se puede sentir ante el colectivo que hace y disfruta con tanta barbarie?
Desde luego, respeto no puedo sentir, empatía y comprensión, tampoco.
Soy culpable, Señoría, siento odio ante tanta violencia, muerte y tortura.
Carmen Manzano, presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga (SPAPM)