Sólo llovieron caramelos, y algún mantecado. Málaga pudo disfrutar en su plenitud de la Cabalgata de Reyes en una tarde y un principio de noche en las que no hubo que preocuparse lo más mínimo por las posibles lluvias que se anunciaban. Sólo hubo que mirar al cielo para pedirle a Melchor, Gaspar y Baltasar que lanzaran caramelos. Esta ocasión, el periodista Fernando del Valle, el hermano mayor de la cofradía del Sepulcro, Emilio Betés y el ciudadano Brahima Traore encarnaron a Sus Majestades precedidos por sus respetivas guardias reales que iban avanzando poco a poco con una puesta de escena casi cinematográfica. Los Reyes iniciaban su caminar de alegría desde la Alcazaba para luego llegar al Ayuntamiento donde fueron recibidos por el alcalde, Francisco de la Torre y la concejala de Fiestas, Teresa Porras. No faltó el saludo desde el balcón de honores de la Casona.
La música volvió a tener un protagonismo especial, de la mano de las bandas de cornetas y tambores del Real Cuerpo de Bomberos, de las Reales Cofradías Fusionadas y la Archicofradía del Paso y la Esperanza que no dudaron en interpretar villancicos como el archiconocido ‘25 de diciembre’. No faltaron otros grupos de pasacalles como un equipo de patinadoras o un batallón de transfomers. Todo esto arropado por un amplio dispositivo de seguridad tanto a pie de calle como escoltando el deile.
En las 14 carrozas que formaron la comitiva, no cesaban los guiños infantiles como las dedicadas a Shreck, Timón y Pumba o 101 Dálmatas, aunque tampoco faltaron las de corte religioso y navideño. Llamaba la atención un clásico de estos vehículos como era la adornada por el colegio de los Salesianos cuya contraseña para que lanzaran caramelos era: ¡Viva María Auxiliadora! Entre agentes y los participantes, todos sumaban 1600 personas.
Al término de la Cabalgata, la ciudad iba poco a poco volviendo a su orden: los autobuses de línea iban recuperando su frecuencia sin dejar de transportar a muchos rezagados que apuraban las compras en una Málaga testada y justo al término del desfile, el dispositivo especial de Limasa comenzaba la limpieza de las calles. Sólo quedaba llegar a casa, poner leche para los camellos y dejar un zapato para que Sus Majestades no se confundan con los regalos.