La arrolladora victoria del ultranacionalista Viktor Orbán en las elecciones del domingo en Hungría tiene una cara, su enorme popularidad entre sus ciudadanos, y una cruz, su creciente aislamiento internacional por su cercanía al presidente ruso, Vladímir Putin.
Mientras que el resto de los líderes de la Unión Europea mostraban en las últimas horas su indignación por las pruebas de una masacre de civiles por parte de tropas rusas en las afueras de Kiev, Putin dirigía este lunes sus felicitaciones a Orbán, su mejor aliado en el bloque comunitario.
El jefe del Kremlin destacó en un telegrama que "pese a la compleja situación internacional, el desarrollo de las relaciones bilaterales responde a los intereses de Rusia y Hungría".
LA CRUZ: CRECIENTE AISLAMIENTO
Orbán ha mantenido una posición tibia respecto a la invasión rusa de Ucrania, sumándose a las sanciones de la UE pero vetando incluso el tránsito de armas para Kiev por su territorio y negándose a renunciar al gas y al petróleo rusos.
Mientras que el primer ministro ha evitado criticar a Putin, sí ha lanzado dardos al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, incluso en su discurso de victoria electoral ante miles de seguidores en Budapest.
Orbán citó a los rivales a los que había tenido que doblegar en la campaña y mencionó a "la izquierda" nacional e internacional, a "los burócratas de Bruselas", a "la prensa internacional de masas" y, al final, "hasta el presidente ucraniano".
Zelenski criticó a Orbán en la última reunión de la OTAN por su posición ambigua respecto a Rusia, y el Gobierno húngaro le acusó de interferir en las elecciones para favorecer a la oposición.
La cercanía de Orbán con Rusia y su posición sobre Ucrania ha molestado incluso a sus aliados más cercanos en la UE, como Polonia, República Checa y Eslovaquia, sus socios en el grupo de Visegrado, que se han alejado de él en las últimas semanas.
La invasión rusa de Ucrania trastocó la campaña electoral de Orbán, cuyos vínculos con Putin no sólo no le han pasado factura, sino que se ha aprovechado de la incertidumbre generada por la guerra para presentarse como garante de la estabilidad y de una equidistancia para, argumentó, defender los intereses de Hungría.
LA CARA: UNA VICTORIA ARROLLADORA
La victoria electoral contra el frente opositor unido ha sido arrolladora. El Fidesz de Orbán es único partido de la Unión Europea con un apoyo electoral del 53 % y capaz de amarrar cuatro supermayorías absolutas, dos tercios de los escaños, consecutivas.
Orbán, de 58 años, es el político más popular del país y hay un dato concluyente: el populista político ha vencido en cinco de las nueve elecciones generales celebradas desde el fin de la dictadura comunista en 1989.
Los mapas electorales de Hungría están teñidos completamente de naranja, el color del Fidesz, mientras que la oposición venció únicamente en la capital, Budapest, y otras grandes ciudades, como Pecs y Szeged.
"Los resultados demuestran que la oposición ha perdido unos 680.000 votos en comparación con las elecciones de 2018", explicó a Efe Balázs Böcskei, director de investigaciones del Instituto Idea.
Seis partidos de la oposición -desde la izquierda hasta la derecha populista- dejaron de lado sus diferencias ideológicas para presentar a un único candidato a primer ministro, Péter Márki-Zay, que sumó solo el 35 % de los apoyos.
Ese político independiente de 49 años venció en las primarias opositoras, pero demostró pronto un extraño don para meter la pata, lo que le obligó a desdecirse en diversas polémicas, utilizadas por el Fidesz para martillear con su falta de estatura política.
"Pocos candidatos a primer ministro han cometido tantos errores", resume Böcskei.
La oposición se unió para vencer, pero no para gestionar la derrota, y entre los seis partidos de la coalición ya han comenzado las acusaciones mutuas por el descalabro.
El fracaso del referéndum celebrado también ayer para respaldar la ley homófoba que vincula pedofilia y homosexualidad -al no lograr un quórum de al menos el 50 % de votos válidos- es un escaso premio de consolación para la oposición.
Aunque es cierto que el Fidesz contaba con el apoyo de casi todos los medios de comunicación del país -tanto públicos como privados- y con mayor financiación electoral -hasta ocho veces más, según un estudio de una ONG anticorrupción- la popularidad de Orbán se basa también en unos buenos datos económicos.
El desempleo en Hungría se sitúa en poco más del 3 % y en 2021 la economía del país aumentó más de un 7 %. Entre 2014 y 2021 el PIB per capita aumentó un 26 %, hasta los 13.600 euros.
Una parte no menor del crecimiento de los últimos años se debió al dinero de la UE, que ha bloqueado el desembolso de los fondos de recuperación en aplicación del mecanismo que vincula esas ayudas al cumplimiento del Estado de derecho, lo que puede comenzar a afectar a la economía húngara en los próximos meses.
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La cara y la cruz de la victoria de Viktor Orbán: popular en Hungría, aislado fuera
Putin dirigía este lunes sus felicitaciones a Orbán, su mejor aliado en el bloque comunitario
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