El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, y el ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, han trabajado con "espíritu constructivo" en la resolución que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tiene previsto aprobar sobre el desarme químico de Siria.
Una fuente estadounidense ha revelado que Kerry y Lavrov han continuado con sus contactos para consensuar el texto en los márgenes de la 68º sesión plenaria de la Asamblea General de Naciones Unidas, que se celebra esta semana.
Ahora, serán los embajadores de Estados Unidos y Rusia en la organización internacional, Samantha Power y Vitali Churkin, respectivamente, los que continúen con las negociaciones sobre el desarme químico sirio.
El pasado 14 de septiembre por Estados Unidos y Rusia llegaron a un acuerdo según el cual el Gobierno sirio debe informar detalladamente de su arsenal químico para que la comunidad internacional lo verifique y destruya en un proceso que debería acabar en 2014.
En una entrevista concedida el pasado jueves a la cadena estadounidense Fox, el presidente sirio, Bashar al Assad anunció su compromiso para entregar y destruir las armas químicas, aunque advirtió de que llevará un año y costará unos 1.000 millones de dólares.
Desde entonces, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad --Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China-- intentan llegar a un acuerdo para concretar el desarme químico y las sanciones que se aplicarán en caso de incumplimiento.
Este acuerdo ha conseguido frenar temporalmente una intervención militar en Siria para responder al uso de armas químicas, que parecía inminente. No obstante, el presidente estadounidense, Barack Obama, ha subrayado que aún contempla esta opción, si la vía diplomática fracasa.
INFORME DE LA ONU
Un grupo de expertos de Naciones Unidas liderados por el sueco Ake Sellstrom llegó a Siria a finales del pasado mes de agosto para investigar el supuesto uso de armas químicas en la guerra civil, después de que el Gobierno diera su visto bueno tras meses de negativa.
Aunque las denuncias sobre el supuesto uso de armas químicas comenzaron en marzo, el engranaje de la política internacional se activó a causa del ataque perpetrado el pasado 21 de agosto con gas sarín sobre los suburbios del este de Damasco, que dejó miles de muertos y heridos.
En su informe los inspectores de la ONU confirman el uso a "gran escala" de gas sarín en Siria, basándose en los síntomas de las víctimas --pérdida del conocimiento, irritación de los ojos, vómitos, asfixia y convulsiones-- y en las muestras de pelo, sangre y orina.
Además, aunque no detallan la autoría, porque ese no era su cometido, especifican que el gas sarín fue lanzado desde cohetes tierra-tierra aprovechando unas condiciones meteorológicas ventajosas, de acuerdo con "pruebas claras y convincentes".
Desde que comenzó la guerra civil en Siria, en marzo de 2011, más de 110.000 personas han muerto a causa de los combates y más de seis millones de personas, incluidos un millón de niños, se han visto obligadas a abandonar sus hogares.