Más de cuarenta muertos -de ellos 25 soldados de las Fuerzas Armadas Malienses (FAMA) y el resto yihadistas- han causado los combates registrados en la región de Mondoro, en el sur de Mali, junto a la frontera con Burkina Faso, reconoció el martes por la noche el gobierno maliense.
Hay además unos sesenta soldados desaparecidos, que podrían haber sido secuestrados por los yihadistas, presumiblemente pertenecientes a Ansarul Islam, grupo activo en Mali y Burkina y cercano al predicador maliense Amadou Kouffa.
Este ataque se convierte así en uno de los más audaces y sangrientos del yihadismo en Mali, pues fue un atentado simultáneo contra dos campamentos, en Boulekessi y Mondoro, y tuvo como objetivos no solo a las FAMA, sino también al G5, la alianza militar compuesta por Mali, Burkina, Mauritania, Níger y Chad precisamente para combatir al yihadismo.
Los yihadistas lanzaron sus ataques, a bordo de motos y vehículos equipados con armas pesadas, en la madrugada del lunes: en primer lugar atacaron el campamento de Boulekessi, bajo el mando conjunto del G5, y posteriormente el puesto militar de Mondoro, y ya entonces las informaciones llegadas a Bamako daban cuenta de un ataque de gran magnitud.
Solo en la noche del martes, tras dos días de intensos combates, el gobierno maliense pudo hacerse con el control de Boulekessi, que los yihadistas habían prácticamente derruido, y de Mondoro, en unos combates donde las fuerzas malienses llevaron la peor parte.
Además de los 25 soldados muertos y los sesenta desaparecidos -contra 15 yihadistas muertos-, el comunicado no menciona ninguna detención de entre los atacantes, y todo indica que, tras ser expulsados de Boulekessi y perder cinco vehículos en los combates, consiguieron huir.
De hecho, las FAMA y el ejército burkinabé han emprendido una vasta operación de rastreo en esta región en busca de los atacantes, apoyados a su vez por soldados franceses de la fuerza Barkhane, desplegada en la región del Sahel también para neutralizar al yihadismo.
Ningún grupo ha reivindicado todavía el ataque combinado a Boulekessi y Mondoro, que no solo es uno de los más audaces, sino que ha llevado la violencia hasta la frontera misma con Burkina Faso y ha demostrado que ya casi no queda ninguna región de Mali ajena a la violencia terrorista.
El comunicado del gobierno califica a los asaltantes de "terroristas", sin dar más detalles, pero un primer comunicado del G5 el pasado lunes atribuyó el ataque a Ansarul Islam, un grupo cercano al predicador Amadou Koufa, un peul maliense convertido en azote del gobierno en los últimos años.
A Koufa se le ha dado por muerto en el último año, pero nadie puede confirmarlo, y en todo caso su eventual desaparición no ha mermado en absoluto la capacidad letal del yihadismo en Mali, que hostiga al gobierno en numerosas partes del territorio, pero con especial crudeza en toda la mitad este del país.
El yihadismo azota Mali con especial fuerza desde 2012, cuando se produjo un golpe de Estado del que se aprovecharon grupos tuareg rebeldes, apoyados por células terroristas, para hacerse con el control del norte del país durante diez meses.
Los yihadistas fueron teóricamente expulsados en 2013 gracias a una intervención militar internacional encabezada por Francia, pero extensas áreas de Mali, sobre todo del norte y del centro, escapan al control estatal, de lo que se benefician los grupos terroristas.