Adam Zagajewski (Lvuov, actual Ucrania, 1945 – Cracovia, 2021)
recibió en 2017 el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Se impuso, entonces, a autores tan reconocidos como Javier Marías, Michel Houellebecq, Antonio Lobo Antunes o David Mamet. Y, lo hizo, porque el jurado consideró que su obra poética, ensayística y narrativa alentaban el fulgor e inspiraban una de las experiencias literarias más emocionantes de Europa, además de contribuir a que la tradición occidental se sienta una y diversa en su acento nativo polaco, reflejo de los quebrantos del exilio”.
En 1982
, Adam Zagajewski se exilió a París y, con posterioridad, se afincó en Estados Unidos, donde ejerció la docencia en la universidad de Houston y Chicago. En 2002, se instaló en Cracovia, donde vivió hasta su fallecimiento. Gracias al aval y acierto de Jaume Vallcorba, la editorial Acantilado ha ido dando a conocer en España la obra del autor. Más de una decena de volúmenes a los que se une ahora “Verdadera vida” (2023), traducido al castellano por Xavier Farré. Se trata de un poemario donde resurge la íntima vivencia del tiempo y late la esencia de un escritor rotundo e inquisitivo, poseedor de una emocionante expresividad emergente desde sus más hondas raíces.
La existencia de Zagajewski estuvo siempre marcada por una mirada dual: un ojo puesto en la historia y otro abierto a la inspiración. Sabedor de que “la poesía invoca la vida, el valor/ frente a la sombra que se agranda”, su alma se debatió entre los resplandores y las experiencias más dolientes de su acontecer.
En estos poemas que me ocupan, hay variados escenarios para la acordanza – Santiago de Compostela, Córdoba, Estambul, Tierra Santa, Berzec, …- y diversos protagonistas -Rembrandt, Ezra Pound, Wicek Faber, un viejo pintor, un inolvidable amigo…- mediante los que el sujeto lírico establece un diálogo multiforme, donde prima lo nostálgico y lo amatorio. Entre sus versos se respira un aroma a sabia vejez, a turbadora memoria que deviene en eternas preguntas: “Esos breves instantes/ que suceden tan raramente/ ¿es esto la vida?/ Esos días contados/ cuando vuelve la claridad/ ¿es esto la vida?/ Esos momentos cuando la música/ recupera su dignidad/ ¿es esto la vida?/ Esas raras horas/ cuando vence el amor/ ¿es esto la vida?”.
Poesía, sí, que mira al afuera, que se retrata en su candente observación, y que al mismo tiempo se interioriza hacia el hombre, sabiéndose heredera de Machado, de Rilke, de Holan.
Lo onírico, lo irónico, lo eterno, lo silente, lo mudable, lo mortal, signan la temática más recurrente de Zagajewski, cuyo decir camina en pos de una senda de salvación futura en la que el ser pueda alcanzar su necesario aliento, su ansiada y última luz. El clamor por la libertad, el compromiso con lo democrático y la ansiada búsqueda de lo bello, ponen también su acento en estos versos solidariamente humanos: “Las nubes acompañan al sol oscuro/ hasta el final de la sombreada avenida/ y se despiden de él largo tiempo,/ pero nadie llora/. Mira, mira con avidez,/ cuando llega el ocaso/ mira insaciablemente,/ mira sin ningún temor”.