Ésta es una de las principales conclusiones a las que llega el investigador español Javier Domínguez Arribas en su libro El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista (1939-1945), editado por Marcial Pons y que acaba de salir a la luz.
En entrevista a Efe desde París, donde ejerce como profesor de Civilización Española en la Universidad de París XIII, Domínguez señala que, “cegado por su obsesión antimasónica”, Franco “se creyó todo o casi todo lo que decían esos informes”, que se canalizaban a través de una denominada red Apis (abeja en latín).
“Franco –señala el historiador– no se dio cuenta de que un grupo de falsificadores estuvo engañándole durante más de veinte años. En ese sentido, podría decirse que fue víctima de su propia obsesión, más que de su propaganda”.
“Desde luego, Carrero era leal a Franco por encima de cualquier familia política y, de hecho, no pertenecía claramente a ninguna de ellas. Pero su lealtad tampoco le impedía transmitir a Franco sus propias ideas, que eran las de un católico integrista, antimasón y antisemita”, indica Domínguez.
“Lo que se conoce menos –comenta– es que, probablemente, Carrero también ejerció de manera indirecta una influencia ideológica no desdeñable al actuar como intermediario de Apis ante Franco”.
Domínguez destaca que Franco se vanagloriaba a menudo ante su primo Pacón, de estar “bien informado de todo cuanto se trama en las logias” e incluso se preciaba de disponer de “información directa de las logias masónicas”.