Después de una cuenta atrás coreada por autoridades y público, una grúa elevó la escultura hasta un camión desde su privilegiada plaza junto al mar, por donde desde hace casi un siglo han pasado millones de personas para ver esta figura inspirada en el cuento de Hans Christian Andersen y que se ha convertido en el símbolo más reconocible de Copenhague.
La pequeña estatua de bronce, de 165 centímetros de altura y 175 kilos y que tantos barcos ha visto entrar y salir del puerto con su mirada melancólica, parte por primera vez de Dinamarca para emprender un viaje en avión hasta Shanghái y no regresar a su puesto de vigía hasta finales del mes de noviembre.