El arte de trabajar el esparto es un oficio en peligro de extinción, si bien nuestro protagonista, llamado Vicente Sánchez, vecino de Parauta, lo trabaja como nadie. Es uno de los últimos esparteros que quedan en la comarca de la Serranía de Ronda.
Vicente trabaja el esparto desde su juventud; en su momento le sirvió incluso para poder subsistir, pero hoy sigue trenzando únicamente para mantener esta tradición “que con el paso del tiempo está condenada a desaparecer, como otros tantos viejos oficios”, presagia.
Este vecino de Parauta conoce el trabajo “desde niño”; de sus padres aprendió todo lo relacionado con la recolección, tratamiento y destreza en el manejo de este material: “Antiguamente eran muchas las familias que vivían del esparto, que hacían por igual tanto hombre como mujeres en una misma casa”. En la suya, recuerda cómo su padre recogía y preparaba el esparto y su madre hilaba.
Vicente desvela cuáles los pasos a seguir desde la recogida de la materia prima en el campo hasta llegar a crear las diferentes figuras y demás utensilios que elabora en su propia casa: “Lo primero es recolectar el esparto”, cosa que, “por norma general”, se hace durante la estación del verano. Tras ello, se suele dejar secar en el campo, al sol, durante unos veinte días: “Una vez seco, es imprescindible sacudirlo”, con la intención de quitar la multitud de espinas que tiene la planta. Para poder moldearlo se moja y, finalmente, se hila formando pleitas que posteriormente darán forma a utensilios tan típicos en la zona como son los cenachos, las esteras o las espuertas con una o dos asas, y de diferentes tamaños, que en la zona “se utilizan para recolectar las castañas”.
Vicente Sánchez ha dedicado gran parte de su vida a realizar todo tipo de piezas artesanales partiendo del esparto, y no sólo los referidos elementos para uso doméstico, sino también originales figuras como burros, percheros e incluso marcos para espejos. Se lamenta de que “por desconocimiento”, la labor del espartero “no está valorada ni reconocida”, pues el precio al que suele vender estos artículos, de diez a quince euros, “no costea ni por asomo las horas de trabajo que le suponen ya que, por ejemplo, en hacer un cenacho mediano puede tardar entre 4 y 6 horas”, a las que habrían de sumarse las empleadas para la recolección.
Y Vicente se despide: “Debemos evitar que esta tradición se pierda”. Y es por ello que este espartero de Parauta ha pedido “a los jóvenes y esas generaciones que vienen detrás nuestras que se interesen por esta y otras tradiciones y oficios que están cayendo en el olvido”, concluye.