Volver a las raíces para enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Esta es una de las vías posibles para dar respuesta a los obstáculos que se presentan en materia de alimentación. Se estima que para el año 2050, la población mundial alcanzará las 9.700 millones de personas. Es decir, 2.000 millones más que en la actualidad. Lo que se traduce en un tercio más de bocas que alimentar. Como consecuencia de ello, se espera un incremento en la demanda de alimentos: habrá que producir un 70% más de alimentos.
Combatir el hambre y la pobreza, encontrar soluciones para la utilización eficiente de los escasos recursos naturales y adaptarse al cambio climático, serán, según advierte la FAO, algunos de los retos prioritarios de la agricultura mundial en las próximas décadas. Queda claro entonces que, de cara al futuro, el reto no será solamente lograr abastecer a la población con los alimentos necesarios, sino también lograr que la alimentación sea sostenible.
Ante este panorama, hay un modelo que se posiciona como el más adecuado para superar los retos. Se trata de la Dieta Mediterránea, el patrón alimentario del pasado que permitirá sortear los desafíos del futuro. La Fundación Dieta Mediterránea la define como “una valiosa herencia cultural que representa mucho más que una simple pauta nutricional, rica y saludable”. Se trata de un estilo de vida equilibrado que recoge recetas, formas de cocinar, celebraciones, costumbres, productos típicos y actividades humanas diversas.
“La dieta mediterránea es la que producimos y consumimos, es variada y sana para el organismo y también es la más adaptada a nuestro entorno. Esta vuelta a las raíces es una de las vías para mitigar el cambio climático”, explicó en declaraciones al medio EFE, Tomás García Azcárate del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Ya el año pasado, un informe realizado por el Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea y el Ministerio de Consumo, reivindicó el papel de la dieta mediterránea como “una de las mejores herramientas” a la hora de combatir el cambio climático y mitigar los impactos medioambientales causados por el consumo en España. A partir de la realización de este informe, titulado Sostenibilidad del Consumo en España, el país se convirtió en el primero de entre los miembros de la UE en analizar su huella de consumo.
La investigación concluyó que el sector de la alimentación español genera el 52,1% del impacto ambiental de la huella de consumo en el país. A su vez, se determinó que la alimentación es el principal vector en una gran mayoría de las categorías de impactos analizados. Por ende, encontrar soluciones para mitigar su impacto se ha convertido en una prioridad.
Es aquí donde entra en juego la promoción de dieta mediterránea como elemento estratégico para combatir el cambio climático y reducir el impacto medioambiental del sector. Datos de 2021 revelan que seguir este patrón alimentario en España permitiría reducir hasta un 72% los gases de efecto invernadero, así como un 58% el uso del suelo, un 52% el consumo de energía y un 33% el de agua.
Si el futuro está en la dieta mediterránea, fomentar este patrón alimentario debe convertirse en una prioridad absoluta. Este es, a la vez, el objetivo principal del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, desde donde buscan que agricultores y empresarios adopten medidas sostenibles, promoviendo el comercio local que permita a los consumidores adoptar una alimentación sana, variada y equilibrada.
Hay mucho trabajo por hacer para fomentar la adopción de la dieta mediterránea, especialmente entre los jóvenes, para así aprovechar al máximo su potencial y poder asegurar la alimentación sostenible de las generaciones futuras.
Si bien educar a los consumidores es fundamental a la hora de promover este patrón alimenticio, no basta simplemente con ello. La promoción de la Dieta Mediterránea debe darse en un marco de políticas coordinadas y que no sean contradictorias entre ellas. Por ejemplo, mientras que parte del Gobierno español trabaja en generar conciencia sobre los beneficios para la salud de seguir esta dieta, otros estropean estos esfuerzos a través de la promoción de herramientas que ponen en duda las bondades de la Dieta Mediterránea. Este es el caso, por ejemplo, de la etiqueta Nutri-Score, promovida años atrás por el ministro de Consumo, Alberto Garzón.
El rechazo a esta etiqueta ha sido tal en España que Consumo debió dar marcha atrás con la promoción del sistema NutriScore, luego de que el Gobierno declarara que “el algoritmo del etiquetado frontal no recoge adecuadamente la calidad del principal producto de la dieta mediterránea, que Consumo quiere proteger por su valor nutricional y medioambiental”.
En la actualidad, el etiquetado frontal de alimentos es voluntario en Europa, por ende también en España. Afortunadamente para quienes defienden a la dieta mediterránea, resulta poco probable que el NutriScore sea implantado de manera generalizada en España, ya que el rechazo a este modelo ubica a todos los partidos políticos del mismo lado de la vereda: en 2021 una moción instando al Gobierno a detener la implantación del etiquetado fue aprobada por mayoría en la Comisión de Sanidad y Consumo del Senado. Sin duda, se trata de una muestra del rechazo unánime que existe en España, un país que está listo para hacer valer las tradiciones del pasado para encontrar soluciones a los desafíos del futuro.