Desde hace tiempo llevo pensando que el cambio político no puede venir sin una resignificación del mundo de la cultura. Es decir, que nuestra sociedad necesita primero aceptar ideas que emanan de la producción cultural y se integran en el imaginario colectivo. ¿No podríamos explicar la creciente aceptación de la diversidad sexual de nuestra sociedad si está misma no se hubiera normalizado en las series, cines, música y literatura?. ¿No es paradigmático que la posición de nuestra sociedad ante los desahucios bancarios sea gracias a la labor de la PAH?. ¿ Nuestra percepción de nuestras fuerzas armadas no es distinta después del Salvados de Zaida Cantera y las intervenciones del Teniente Segura en televisión?. ¿ Acaso el "Solas" de Benito Zambrano, los films de Almodóvar, las coplas de carnaval y el rock alternativo de los 90 no han dejado un poso que ha modificado nuestra manera de ver la vida y de vivirla?
También es cierto que hoy desde los sectores que queremos transformar la sociedad no debemos permitirnos el lujo de no disputar cada lugar de este "campo de batalla cultural".
Un ejemplo son las becas de estudios, se ha instalado la idea del mérito y la excelencia para recompensar a alguien con una beca, es decir premiar al más capacitado y no a quien más lo necesita. Con lo que la gente de rentas bajas no podrá estudiar sino hace un doble esfuerzo de ser el mejor y a la vez disponer de menos recursos ( clases partículares, medios tecnológicos etc. ) en la competición.
Otro ejemplo es el deporte. Desde la sobredimensión del deporte-negocio se han retorcido los valores asociados a la actividad deportiva: compañerismo, diversión, salud, cooperación contra individualismo, sufrimiento-éxito, rendimiento y competitividad. Luego nos asombramos de peleas en recintos deportivos con menores de por medio. Esto es resultado del envilecimiento de la actividad deportiva que se nos transmite desde los medios de comunicación y el relato del deportista estrella hecho a sí mismo como aspiración de menores y progenitores.
Un debate intenso es si la producción cultural debe estar orientada por los agentes políticos o estos deben solo apoyar y contribuir creando espacios amables con los agentes culturales comprometidos.
Yo me inclino por lo segundo, dejando a los autores la máxima libertad posible impidiendo tramas clientelares, fomentando la actitud crítica y el debate honesto.