Si bien es sabido de la capacidad emocional del arte sacro de fomentar profundas pasiones tanto a nivel espiritual como sentimental, y a pesar de que la realización de una obra de arte conlleva un desarrollo en contextos determinados que merecen ser tenidos en cuenta, la contundente y bellísima obra escultórica de la Magdalena del Perdón de Cádiz, de Alfonso Berraquero, será sustituida por otra imagen durante estos días.
Y dicho contexto, en el que surgieron esta obra junto a dos más que serán desafortunadamente “cambiadas” por criterios aún más desafortunados si cabe, como son junto a la Magdalena los dos espléndidos ladrones del mismo grupo escultórico, surgieron en el mejor momento de esplendor y cénit creativo de este singular imaginero isleño, cuando el autor del resto del grupo que ya había realizado el Cristo, la Virgen y el San Juan, el insigne imaginero de San Roque Ortega Brú, no pudo concluir el resto del misterio, a causa de su mortal enfermedad, siendo Alfonso Berraquero la persona elegida por dicho imaginero para culminar el grupo por su afinidad estilística con la obra del citado autor.
Alfonso Berraquero, autor de obras majestuosas y expresivas, realizó quizás uno de los grupos escultóricos secundarios de mayor intensidad y majestuosidad por su enorme e impactante expresividad de toda la Semana Santa de la capital gaditana. Este artista, reconocido con numerosas y destacadas distinciones, ha engendrado obras que rebasan el gusto popular y las polémicas ya que se alzan en la estética del expresionismo barroco más acervado, imponiéndose al gusto melindroso, sacro o la estética académica convencional.
Incomprensiblemente y para desgracia del nuestro patrimonio artístico y religioso, y abriéndose un abismo insalvable entre el gusto particular de unos pocos neófitos en arte, el grupo será sustituido. Y aquí es donde traspasamos la delicada línea de lo impuesto por la legalidad vigente y los derechos de los ciudadanos a expresar sus gustos e ideas personales.
Recientes casos similares han sido, por un lado, la retirada por motivos socio-políticos del majestuoso grupo del general Varela, obra del mejor escultor español del siglo XIX, Aniceto Marinas, que dejó huérfana a la ciudad de San Fernando del “mejor conjunto escultórico de su historia”, y en el caso de Cádiz la pérdida del Cristo del Silencio de Ortega Brú por desacuerdos y peleas absurdas que derivaron en su desafortunada salida hacia Córdoba.
Huelga añadir que acciones de esta índole hacen peligrar el patrimonio histórico de calidad, no sólo de una hermandad sino de una ciudad, atesorado con tesón y esmero por nuestros antepasados a causa de ridículos e infundados caprichos de algunas personas, que con su torpeza e ignorancia satisfacen intereses personales de gustos y banalidades temporales que derivan en decisiones nefastas tomadas erróneamente en perjuicios de un colectivo social que deberían estar absolutamente vetadas o prohibidas.