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Desde la Bahía

La nostalgia no puede evitarse

La soberbia no es politeísta, su único dios es su creencia en que todo lo puede y vencer

Publicado: 17/11/2024 ·
17:16
· Actualizado: 17/11/2024 · 17:16
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La profesión médica está acostumbrada a competir con la enorme masa de personas autodiplomadas que hacen juicios diagnósticos, ahora apoyados en las redes sociales, con la intención de sobrepasar las decisiones galénicas  Aunque alguien crea que la expresión es exagerada, burlesca o difamatoria, pero la demostración, la evidencia, es más fácil de lo que creemos; basta con exponer al amigo, vecino, conocido, familiar o a los fijos de la barra del bar que cada uno frecuenta, que se padece cualquier grupo de síntomas para que en menos de treinta segundo esté diagnosticado y tratado e incluso pueden ofrecerle los fármacos, porque en cada casa siempre hay un hueco que emula una pequeña farmacia.

Las cosas van cambiando, lo dijo el poeta "De lejos / es muy sencillo reírse / y muy fácil dar consejos" y en este siglo XXI tan avanzado en ciencias, en relativismo y tan tecnócrata no podía quedar apartada la Psicología. Hay más psicólogos que esquinas donde apoyarse o bancos en que poner suavemente nuestras posaderas. Las frases, "yo te aconsejo", "Yo te aconsejaría" o "mi consejo es" se han puesto de moda y cada ciudadano es capaz -como el mejor de los psicólogos- de analizar e influir en la mente de los demás humanos con el firme convencimiento que conseguirá solucionarle los problemas emocionales, sociales o de aprendizaje. Pero la frase -sagrada- "ves la paja en el ojo del vecino, pero no la viga de madera en el tuyo" tiene ahora una vigencia especial.  La "mundología, la ciencia de la calle" engrosa cada día su lista de afiliados.

El arte tiene también su dios Jano sus dos caras, la narcisista unida al imperativo y al engaño, y la sublime capaz de encantar y seducir a quien la contempla, pero su existencia está tan reducida en número, que no es preciso saber contar por millares para llegar al número de ellas. La sencillez artística consiste simplemente en hacer bella toda cosa que se toca o se piensa

La soberbia no es politeísta, su único dios es su creencia en que todo lo puede y vencer. Tiene cuello de jirafa gigantesca y pies de paquidermo para poder alzarse por encima de todos y pisar pesadamente a todo lo que se eleve por encima del "barro de la competencia". La interesada pasividad y las cosas redondas que botan (pelotas) son causas de gran importancia en la aparición del ser humano soberbio. Pero la soberbia es ciega, no le interesa ver más allá del círculo que encierra a su sombra y además rechaza las "lentes del conocimiento" que alargarían su visión. En realidad la soberbia es una alteración de la idoneidad que suelen padecer aquellos que faltos de capacidad han conseguido. Sin embargo, unas cotas de poder que no merecen, por eso nunca reconocerán sus errores, porque el orgullo es el hábito que cubre todas sus deficiencias, aunque también lo hace sobre la escasa inteligencia existente.

La humildad siempre camina por senderos primaverales. Al igual que la flor, crece calladamente sin precisar halagos o genuflexiones externas y cede finalmente su paso a la semilla y el fruto, que es su finalidad y su eficacia. La honra es un valor de subasta. De alto precio sobre todo desde el siglo XVII, donde el menor agravio a la misma obligaba a medirse en duelo ofensor y ofendido, perdiéndose en ocasiones la vida, que es algo que no se puede desparramar como el agua de un vaso que sufre desequilibrio. Ahora nos suena a una enorme barbaridad este hecho, pero había algo positivo en ello, al menos se hablaba de honra. Ahora ella y su significado, sufren su destierro en las páginas del diccionario.

Mentir es decir lo contrario a lo que uno siente. No miente por lo tanto quien cree una verdad y la comunica, aunque pueda demostrarse la falsedad de la misma. La máxima maldad está en el engaño, que es hacer creer que es verdad aquello que uno sabe que es falso. Los homenajes, pregones, cánticos, mítines y funerales, entre otros, donde se dicen frases y alabanzas sabiendo que no son ciertas y que no se cree en esas cualidades de la persona o cosa a las que se les dedica, se sale del engaño, porque la exageración lo convierte en fraude cuyas ganancias como en las carrozas de feria, siempre serán para el cochero, nunca para el cuadrúpedo. Querer demostrar que es ideal, aquello que en realidad no lo es, es simular o aparentar, y este fingir cualidades -o sentimientos- es la base del sentido hipócrita que la vida actual ha conseguido.

Iriarte y Samaniego elevaron la calidad de sus fábulas con sus acertadas y juiciosas conclusiones. La moraleja es el látigo incruento con el que se azota a los detractores de los valores de los seres humanos, que solo dan sentido a las cosas de valor, pero nunca a la moral, la ética, la humildad o el amor de las personas.

La vida tiene muchos relieves rocosos de muy difícil andadura por los que es preciso saber deambular. La tristeza es caminar sobre un suelo de vidrios, viendo cómo fluye la sangre de las plantas de los pies hasta dejar anémico el cuerpo. Han sufrido los valencianos una grave derrota, pero han demostrado no estar derrotados a pesar del abandono a que se han visto sometidos. Estas desgracias tienen el sabor de las tragedias griegas, es decir, no van a olvidarse nunca.

Ante una sociedad que intenta saber de todo, un arte con dos rostros diferentes, una actitud de continua soberbia para ocultar la incapacidad existente, una inteligencia y sentido común sumergido como nunca en la falta de valores, un fingir, y expresarse de modo hipócrita en la vida con la única consigna de mentir o engañar, y un desprecio o desestimación que afecta a las relaciones sociales, culturales, de amistad y de familia, fundiéndose con la misantropía, se comienza a recordar tiempo previos cuando querías y deseabas con todas tus fuerzas lo que hoy debías tener, una democracia plena, una solidaridad pétrea, unos derechos progresistas, unos deberes inalterables. Todo se solucionaría si en el "diccionario político se introdujera la palabra "dimisión" que nos libraría de los no válidos y haría posible que no se nos viniera al recuerdo aquellos versos de Jorge Manrique: "Cuán presto se va el placer / Cómo después de acordado da dolor/ cómo a nuestro parecer/ cualquiera tiempo pasado fue mejor.

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