Se llama Consuelo Bustelo González y desde el pasado 20 de septiembre acompaña a su hijo Rafa todos los días desde que entra hasta que sale -de 08.00 a 14.30 horas-, al IES Isla de León, convirtiéndose en una auténtica madre coraje. El menor de 13 años cursa 2º de la ESO y padece una discapacidad que le mantiene en silla de ruedas.
El año pasado todo transcurrió con normalidad en el centro, pero este curso la situación ha cambiado al haber entrado otro pequeño, Pablo, que también padece otra discapacidad, y al existir una sola monitora que tiene que redoblar esfuerzos para poder atender a ambos. Rafa sufre una condoplaxia de nacimiento y a los tres años fue operado de la médula dañándosele la parte izquierda, lo que hace que no pueda controlar sus necesidades. Tiene diagnosticado un 80 por ciento de minusvalía y un 74 por ciento de movilidad.
Consuelo tiene muy clara cuál es la solución que otros quizás no quieren ver. “La cuestión es que aquí debería de haber dos monitores de manera permanente. Hay dos niños que los necesitan para poder moverse tanto fuera como dentro del centro. Aquí había el pasado curso un monitor que era exclusivo para mi hijo, pero este curso hay chiquillo también con discapacidad y es el mismo monitor para los dos. Esta persona tiene que estar más pendiente de este menor nuevo, ya que no lo puede soltar de la mano y tiene que estar en clase con él para poder trabajar. En cambio mi hijo está en silla de ruedas y se puede quedar en cualquier lado”, afirma Consuelo.
“Los dos menores necesitan de la ayuda de la única monitora que hay de manera permanente, pero esta persona no puede estar con los dos niños a la vez, porque no son compatibles. No nos dicen nada de nada y las dos madres estamos desesperadas. Yo estoy aquí con mi hijo desde el mes de septiembre que empezó el curso desde la ocho de la mañana hasta las dos y media de la tarde. Tengo una casa y otro hijo que atender, y ahora mismo lo tengo todo abandonado. No voy a consentir que esa monitora, cuando está con Pablo, tenga que venir a ayudarle a mi hijo Rafa con los libros, al cambio de clase o para llevarlo a la asignatura de Teatro. Él tampoco puede ir solo al cuarto de baño y necesita que lo lleven. Tiene 13 años, está en la adolescencia y se da cuenta de todo. Es un niño excelente a nivel de estudios y todo el profesorado está muy contento con él porque, pese a su discapacidad, es muy responsable y tiene mucha fuerza de voluntad”, afirma.
Consuelo señala que todo lo que está sucediendo “está provocando que mi hijo se venga abajo. Tanto yo como la madre de Pablo estamos muy dolidas porque no nos dan noticias de nada y la única solución que nos ha quedado es acudir a los medios”.
Soluciones a la Consejería
Esta madre coraje acusa directamente a la Consejería de Educación por no querer ampliar el presupuesto y “pagar a monitores. Gastan dinero en otras cosas que no tienen que gastar y no hacen cosas tan necesarias como ésta. No se dan cuenta de que en este tipo de situaciones los que sufren son los niños, que son inocentes de todo”. La semana pasada se plantaron ella y la madre de Pablo en Jerez en una visita del consejero de Educación, Luciano Alonso, para ponerle al corriente de lo que está sucediendo, pero el encuentro arrojó todavía más luces que sombra.
“Estamos muy desperados con la situación de mi hijo Rafa porque se ha tornado crítica. Llega un momento en que te preguntas, ¿Dios mío que hago? Ahora mismo estoy yo aquí atendiendo a ustedes y desatinada porque a mi hijo a lo mejor le toca el cambio de clase y como no pueda bajar la monitora se queda donde está como si fuera un mueble. Él ve que sus compañeros se van o se cambian de postura como sucede en el taller de Pretecnología, y el se queda en el mismo sitio como si estuviera castigado”.
“Me vine a este instituto porque a mi hijo le quitaron lo que más pasión le provoca que es la gimnasia, pero como la monitora no puede llevarlo, se la han quitado y lo han metido en un aula en la que meten a los alumnos que son expulsados. Le hacen eso a un niño que es excelente y eso para él ha sido un trauma. Desde entonces estoy yo aquí, porque me dijo que si yo no le acompañaba al instituto, él no venía. Es muy fuerte lo que le está pasando a un niño en plena adolescencia”.
Consuelo lo que hace es mantenerse justo al lado de su clase en el pasillo en un banco, donde permanece sentada desde las ocho de la mañana hasta las dos y media, salvo cuando él sale a la hora del recreo y se dirige a la clase de teatro. “Yo no entro para nada, pero sí miro si la monitora ha podido bajar o no y lo anotó, tal día, a tal hora y a tal fecha. Yo no tengo que trasladarlo, porque de eso se encarga o bien la monitoria, o bien vendría el profesor de guardia. Yo estoy hay para comprobar si se cumplen las cosas y para que mi hijo se sienta seguro, porque si no lo acompaño ni viene a clase”.
Desde la Inspección de Cádiz ya le han comunicado que tiene que desistir de su postura actual y dejar de acudir cada día al centro a ocupar el banco. “Eso a mi me da lo mismo, que venga el inspector de Cádiz y que me lo diga en la cara. Yo le contestaré que le den una solución al problema y, cuando esto suceda, yo cogeré y me iré a mi casa que la tengo abandonada. Mi marido también está malo y esto le está afectando muchísimo. Si me quieren sacar de aquí va a tener que venir la Policía, solo me iré cuando me arreglen el problema. Todo lo que estamos haciendo las dos familias es luchar por los niños y que estén atendidos como tienen que estar atendidos.”.
Por último, halaga la pasión que la monitora del instituto tiene con ambos menores, “tiene devoción por sus niños y en el caso de mi hijo Rafa se ha convertido hasta en su confidente, le cuenta hasta cosas que a mi no es capaz de contarme”.