Fernando Martín. Tiene nombre de jugador de baloncesto o el jugador de baloncesto nombre de vendedor de avellanas, porque Fernando del que hablamos, el de La Isla, tiene ahora 82 años bien llevados de los que disfruta en la Peña La Alegría, en la avenida San Juan Bosco, “la mejor del mundo”. No falta a su cita ni por la mañana ni por la tarde.
Allí quedamos para hablar de esa habilidad que lo hizo famoso y que además se convirtió en el valor añadido a su trabajo. Los de más edad lo recordarán dando la vuelta al ruedo de la plaza de toros de San Fernando –antes de empezar la corrido y en el descanso, claro- vendiendo avellanas. Otros habrán oído hablar de él, tanto en La Isla como en Cádiz, porque su trabajo era también un espectáculo.
¿En qué radica su singularidad? Y lo escribo en presente de indicativo. Pues en la puntería para mandar un paquete de avellanas desde el ruedo de la plaza de toros a la altura del vomitorio más alto y casi meterle el paquete en el bolsillo al cliente. Y no fallaba nunca.
Pero si esa es una habilidad a tener en cuenta, más lo era al recoger las monedas –en plural- con que le pagaban. Monedas que seguían el camino inverso al paquete de avellanas y que Fernando cogía al vuelo, sin que nunca se le cayera alguna. Y no era una moneda, eran varias monedas.
La gente, como es lógico, aplaudía y el trabajo de Fernando se convertía en por lo menos un cinco por ciento del precio de la entrada, porque ver algo así debería estar pagado aparte.
Dice incluso que a lo largo de los muchos años trabajando –“yo no me he sentado en la vida”- pudo ver muchas corridas e incluso vio la plaza de toros de La Isla lleva a rebosar. Eso sí, en dos o tres ocasiones.
Y si en la plaza de toros –mucho más difícil porque el que conoce el coso isleño sabe de lo empinado de su graderío- era un auténtico espectáculo, en el Marqués de Varela era algo más fácil porque las grada no tenían esa altura, pero Fernando terminaba agotado después de recorrer el campo varias veces mientras duraba el partido.
Había otro vendedor “pero yo era el que más vendía” y no sólo en San Fernando, sino también en Cádiz. Con el equipo de la capital en Primera División Fernando se trasladaba al Carranza y seguía con su trabajo, con la misma habilidad y con la misma infalibilidad.
Hoy asoma a estas páginas, a sus 82 años, como homenaje de este medio a un hombre humilde trabajador al máximo y que como decía al principio, su historia se escribe en presente de indicativo. Le preguntamos si sería capaz de coger la moneda al vuelo y el operador de cámara se la arrojó. Infalible. “Y eso que ya con la edad y la vista no es lo mismo”.
El que tuvo retuvo y Fernando se ha ganado su partidita al dominó, su descanso y la consideración de la gente de su peña. Que la tiene. Porque no en vano fue el inventor de la televenta en La Isla. Y aérea, no vaya a venir ahora Amazon presumiendo de drones.