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Martes 19/11/2024
 
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En román paladino

Los tres tenores

Los tres tenores de la derecha están en el pugilato de a ver quién dice la mayor burrada

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  • Abascal y Casado. -

Recorrieron medio mundo popularizando el bel canto y la ópera,   haciendo caja y promocionando  la idea populista-benefactora de que los ciudadanos de a pie se sintieran en Viena, Bayreuth o Salzburgo.  Los estadios de fútbol eran los escenarios ordinarios que sustituían a los clásicos teatros de la ópera para oir de sus voces divinas el Nessum dorma y otras arias y canciones fuera de sus circuitos exclusivos. Josep Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti - los tres tenores - popularizaron obras reservadas a la élite, que cayó como   como la jet set con los vuelos baratos. El trío triunfó y se disolvió. Pavarotti murió.  Carreras  se dedicó a la fundación -de su nombre- contra la leucemia y Plácido se vio asediado por el movimiento Me Too, tras lo que le resultó imposible actuar en los países anglosajones,  aunque no en  los de tradición católica como España,  Hungría, México, Austria o el sur de Alemania. Cosas de la La Ética Protestante  y el Espíritu del Capitalismo, de Max Weber.

La derecha española ha sacado otros tres tenores: Abascal, Casado y Díaz Ayuso. Lo raro es que dos sean  del mismo partido, el  PP,  y el otro  se desgajó del PP,  creando Vox. Ninguno de los tres tiene carrera profesional, ni empleo alguno que no sea la política (salvo que hayan hecho una oposición bajo secreto de confesión) ni  disponen de sitio  laboral donde volver si no es a otro cargo en el partido. Pero  que no hablen más de la España que madruga. 

Los tres tenores de la derecha están en el pugilato de alcanzar  el  tono mi en 8 octavas, a ver  quién dice la mayor burrada. Radicalismo de derecha. No se encuentra mejor nombre que el que le dio Theodor W. Adorno. Ahora es trumpismo a la europea pero ya antes los americanos le llamaban elementos lunáticos o radicales (lunatic fringe). Aquí se les conoce por los “cuanto peor, mejor”. Da igual lo que ocurra en España, el catastrofismo, el tremendismo, la hipérbole por la hipérbole es lo que entienden que es mejor para sus intereses de ocupación o de alcanzar el poder.

Ha llegado el momento de que se advierta a sus seguidores de que ese camino es muy perjudicial para ellos mismos. Que “esa política arrastra irremisiblemente al desastre, al desastre  incluso de sus propios seguidores”.  

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