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CinemaScope

La liga de los hombres extraordinarios: cuando el fútbol era así

Interesante mini serie documental en torno a los mandatarios del mundo del fútbol español en la crucial década de los años noventa

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Uno de los personajes de la novela de David Trueba, Saber perder, es un jugador argentino que aterriza en España para jugar en un equipo de la Primera División. Además de la verosimilitud con la que describe su participación en algunos partidos, lo verdaderamente importante sucede fuera del terreno de juego: en los palcos, en las fiestas, en lo que se reduce al negocio del fútbol, hasta relatar el caso de un tipo que compró un club para hundirlo, que le recalificaran los suelos del estadio, tirarlo abajo y levantar una urbanización -narrado como un hecho verídico-.

Y resulta difícil abstraerse de la excelente novela de Trueba cuando uno tiene la oportunidad de seguir con detalle y atención lo que cuenta la más que interesante La liga de los hombres extraordinarios, una mini serie documental estrenada por Movistar y dirigida por Alejandro Marzoa, en la que se retrata la realidad del fútbol español en la mítica y crucial década de los años noventa, en plena cultura del pelotazo. Lo hace, además, a través de la voz y los recuerdos de sus principales protagonistas: Joan Gaspart, Lendoiro, Lopera, Del Nido y Caneda -los otros grandes referentes de aquella época (Mendoza, Jesús Gil y Ruiz Mateos), ya fallecidos, son recuperados del archivo documental-, a los que se suman las voces de periodistas, testigos directos de aquella época.

Entre esos periodistas se encuentra Angels Barceló, que en más de una ocasión utiliza el término “berlanguiano” para referirse a algunas de las peculiares circunstancias que protagonizaron todos aquellos presidentes: el busto de Lopera en el derbi, Teresa Rivero atacando a los árbitros, Jesús Gil a puñetazos con un directivo del Compostela, el baño de Gaspart en el Támesis, las bravuconadas machistas de Mendoza, Caneda imponiendo las alineaciones, la carrera de Del Nido para ingresar en prisión, los maletines...

Y todo, arrancándonos permanentemente una sonrisa que nos retrata a nosotros mismos al descubrir que lo que entonces normalizábamos bordeaba lo inaceptable, sin olvidar cómo mirábamos hacia otro lado cuando lo que había en juego no eran solo los puntos de un partido, sino los intereses económicos y particulares de muchas operaciones que se cerraban en los palcos. Aquello murió con la llegada de los petrodólares, con las plataformas televisivas y con la gestión empresarial de los clubes, pero también la forma de entender, ver y sentir el fútbol.

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