La culminación de las obras de la plaza del Carmen muestra de manera clara que el proyecto de la calle Real está contribuyendo a la transformación de la ciudad y, de manera especial, del Centro Histórico. La nueva plaza conserva su sentido histórico y adquiere un nuevo valor en el paisaje urbano al integrarse visualmente con el gran espacio que conforma el nuevo uso sostenible de la calle Real y la iglesia carmelitana, que también está siendo objeto de obras de mejora en el contexto del Bicentenario de las Cortes de La Isla de 1810.
El tiempo de toda obra es un tiempo duro y con sinsabores. Y el resultado final debe afrontar la pregunta de si ha merecido la pena la espera y la paciencia. La nueva plaza es otro paso para responder sí a esa cuestión.
No me refiero sólo a la transformación estética emprendida. Siendo esa mejora un valor en sí mismo, lo importante es que va a servir como punto de apoyo para lograr un objetivo esencial: la calle Real como foco de atracción al Centro comercial abierto que incluye nuevas posibilidades de generación de actividad económica y contribuirá a la generación de empleo.
El ritmo constante de la transformación de la calle Real va dando los pasos necesarios y con unos efectos que no están pasando desapercibidos. En los inicios de la obra fue la renovación completa de todos los servicios públicos afectados a lo ancho y largo de todo el espacio afectado. Tuberías, conducciones de agua potable, canalizaciones para aguas pluviales y residuales, redes eléctricas y de telecomunicaciones, fueron sustituidas completamente por modernas conducciones a la altura de una ciudad que está inmersa en su segunda modernización. Todavía quedan trabajos importantes por hacer pero creo que tenemos razones para ilusionarnos con un proyecto de envergadura, vislumbrando ya algunas de sus posibilidades.
Como ya ocurriera con la alameda Moreno de Guerra, la plaza del Carmen es otro ejemplo de la puesta en valor y potenciación de una calle Real que no tiene parangón en muchas ciudades de España por su longitud, su trazado atravesando la mayor parte del término municipal, conectando con el corazón comercial y con las redes de comunicación interurbanas, por su historia vinculada a los orígenes de la ciudad y a su desarrollo urbanístico. Y, cómo no, por el “alma” que conforman esas plazas llenas de recuerdos, de vivencias, y que van a seguir siendo escenario de nuestras vidas y de las nuevas generaciones en el siglo XXI.
Creo que, cada vez más, los isleños son conscientes de los beneficios de este proyecto. Desde lo oculto a los ojos como esas infraestructuras soterradas que son imprescindibles para el correcto funcionamiento de la ciudad hasta el nuevo valor de esos espacios públicos para la convivencia, para el esparcimiento, la cultura, la actividad ciudadana, eventos públicos y, en definitiva, la dinamización económica y social.
La plaza del Carmen constituye otro avance más en ese proceso. Vamos a tener ocasión de comprobar cómo podemos unir perfectamente lo más profundo de nuestras tradiciones y la participación masiva de isleños y visitantes con la nueva calle Real. He dicho en alguna ocasión que el tranvía es otro medio para la importante transformación que está experimentando la ciudad. Y la calle Real va a contribuir -en consonancia con el papel que ha desempeñado históricamente- a que los comercios, los establecimientos hosteleros, las actividades de servicios en general, ofrezcan un nuevo aliciente y nuevas expectativas. Por todo lo que significa la conmemoración de la Pasión para la vida espiritual, participativa, lúdica y económica de San Fernando, la calle Real nos va a demostrar que la obra está mereciendo la pena.