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Lunes 18/11/2024
 
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Conil

"La denuncia contra la injusticia está implícita en toda buena obra literaria"

José María Pagador presentará el 11 de agosto en Conil su libro 'Susana Leroy', una novela que constituye una firme denuncia contra la violencia de género

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  • José María Pagador. -

El patio de la Biblioteca José Velarde, acogerá el próximo viernes 11 de agosto, la presentación del nuevo libro de José María Pagador ‘Susana Leroy’, una novela de aventuras en la estela de las grandes narraciones del mar, cuyos escenarios principales se sitúan en la ciudad de Cádiz y que constituye una firme denuncia de la violencia de género. El argumento está inspirado en la historia real de una mujer andaluza, casada con un marino francés que resultó ser un despiadado maltratador. 

He querido que los lectores encuentren en mi novela una historia que estimule su inteligencia, su cultura y su sensibilidad; que les conduzca por la belleza y la alegría del mundo"

José María Pagador es escritor, pero ante todo periodista y esto marca la totalidad de su obra, donde encontramos periodismo, literatura de viajes y también un hilo de crítica social. De la mano de la Fundación José Manuel Lara, el autor de 'Susana Leroy' nos habla de su vida, su nueva obra y de los objetivos que persigue con la misma.

Además de escribir, ha dedicado su vida al periodismo, ¿de dónde le viene su afición por la escritura?

—Profesionalmente me considero un reportero. Precisamente, en 2022 cumplí cincuenta años ininterrumpidos de ejercicio profesional del reporterismo, y en eso sigo también, además de mi dedicación a la literatura. La misión de un reportero va más allá del mero hecho de informar, porque es armar una historia con lo que ha investigado, descubierto o desentrañado en cada caso, y eso va más allá de la mera noticia. En este sentido, la escritura es ambivalente para el reporterismo y para la literatura, y muchas veces no hay tanta distancia entre uno y otra. En cuanto al origen de mi afición por la escritura, siempre me recuerdo escribiendo, desde que era niño, y eso se debe, indudablemente, a que empecé a leer gran literatura desde muy temprana edad.

No es periodismo, es literatura lo que vamos a encontrar en las páginas de Susana Leroy, pero sí es una novela que, aunque no sea de viajes, te hace viajar por distintos lugares del mundo.

—En Susana Leroy hay una combinación de reporterismo y literatura, en el sentido en que también la hay en El corazón de las tinieblas de Conrad. en Las uvas de la ira de Steinbeck, en Vida y destino de Grossman, o en Una zona de oscuridad de Naipaul, por citar solo algunos ejemplos de los innumerables que existen a este respecto. La protagonista de la novela realiza un doloroso viaje interior y un terrible viaje exterior, recorriendo como navegante tanto el universo de su tragedia personal como el mundo real del planeta, que le está vedado, tratando de escapar de uno y de volver a conquistar el otro en libertad. Y en esta doble lucha llega a recorrer prácticamente todos los mares del mundo en su azarosa navegación, hasta conseguir liberarse.

—¿Cuál es su relación con el mar, tan presente en este libro?

—Los europeos, y más los mediterráneos, somos herederos de fenicios, griegos y romanos, grandes navegantes de las culturas de las que, entre otras, procedemos. Luego, a partir del siglo XV se produce la gran explosión de la exploración y la navegación mundial, protagonizada por europeos. En esa aventura participaron muchos extremeños. En el primer viaje de Colón hubo nueve. Y luego, los navegantes, marinos y exploradores nacidos en Extremadura son incontables. Yo soy extremeño. Extremadura es quizá la región española sin mar que más marinos ha dado, basta mirar la historia para darse cuenta. Entre mis amigos extremeños hay no pocos marinos, capitanes de barcos y navegantes deportivos. El misterio de esa pasión de los extremeños por el mar está también muy arraigado en mí. Eso me ha llevado a realizar frecuentes navegaciones por diferentes mares y, especialmente por el Mediterráneo, en busca de esos orígenes culturales y marinos nuestros, desde Heródoto para acá.

—Se refleja en la obra su pasión por viajar, como también vemos que en su obra late un trasfondo contra la violencia de género, ¿por qué? ¿Y de dónde le viene su sensibilidad por este gran problema social tan actual desgraciadamente?

—El viaje y, si es posible, la exploración, es una de mis pasiones y la pongo en práctica siempre que puedo o cuando tengo que documentar un libro. Ahora mismo estoy escribiendo un libro de viajes marítimos con el que estoy disfrutando mucho. En cuanto a la violencia de género y el maltrato a la mujer, mi sensibilidad viene de origen, pues me tengo por un pionero del feminismo desde mi adolescencia, y también de trayecto, como consecuencia, entre otras cosas, de ser marido de mi mujer, padre de tres hijas y abuelo de una nieta.

¿Alguna circunstancia en ese sentido ha podido determinar esa actitud combativa suya?

—Hace más de treinta años se produjo en mi entorno familiar un grave caso de maltrato machista a una joven madre, cuyas circunstancias no desvelaré por preservar su privacidad. Con ayuda de amigos actuamos de inmediato, apartando de modo fulminante al maltratador, que no volvió aparecer. Desde entonces intervengo en todo caso de maltrato del que sea testigo directo o indirecto. En este sentido soy un combatiente contra los maltratadores. Creo que padres, hermanos, parientes, compañeros y amigos debemos actuar de manera drástica e inmediata en cuanto sepamos o sospechemos que una mujer, sea o no de nuestra familia, está siendo maltratada. Yo lo hago siempre. Si todos lo hiciéramos, estoy convencido de que no morirían tantas mujeres a manos de esos desalmados.

¿Cree en ese papel de denuncia de los escritores?

—El escritor es, ante todo, un artista de la palabra y su fin primero es construir una obra de arte con su escritura. Pero el escritor es asimismo un ser humano y un ser humano inserto en una determinada cultura y sociedad, y en ese sentido tiene también la obligación de contribuir al enriquecimiento y a la mejora de ambas, sin que eso debilite la calidad de lo que escribe. Una novela no es un ensayo ni un tratado de sociología. Pero eso no quiere decir que una novela no tenga que reflejar los problemas y las contradicciones del mundo, ni aportar la necesaria cuota no solo estética, sino también ética, a su posible solución. En ese sentido, la denuncia contra la injusticia está implícita en toda buena obra literaria.

¿Por qué el nombre de su obra: ‘Susana Leroy’?

—Susana es un nombre milenario, con orígenes en diferentes culturas de la antigüedad. Dependiendo de cada variante lingüística, según su procedencia, significa “lirio”, o “flor”, o “alegre”. Y yo quería introducir este simbolismo de belleza en el nombre de mi protagonista. Además, mi mujer y una de mis hijas se llaman Susana, y quise también fijar en ellas este humilde homenaje y esta reivindicación del mundo femenino, donde tanto sufrimiento existe desde la noche de los tiempos. Y el Leroy le viene de su padre, un prestigioso marino francés con el que tiene una maravillosa relación paterno-filial, en contraposición al monstruo de su marido marino también.

¿Qué van a encontrar los lectores en su obra?

—He querido que los lectores encuentren en mi novela una historia que estimule su inteligencia, su cultura y su sensibilidad; que les conduzca por la belleza y la alegría del mundo, tantas veces vedadas, sin embargo, a la mujer; que les haga disfrutar en ese sentido y, en otro, que les haga valorar la cara oculta de una de las mayores tragedias de la historia, como es el maltrato a la mujer, que solo sale a la luz cuando una de ellas es asesinada y muchas veces, como ocurre en los países más atrasados, ni eso. El holocausto femenino es el peor de todos los que han tenido lugar en el planeta. Como mínimo, una de cada tres mujeres ha sufrido y sufre abusos, violaciones, maltrato, agresiones o tortura desde que existe la humanidad. Eso representa en la historia una cifra incalculable de millares de millones de mujeres sufrientes, casi siempre sin escapatoria. De ellas, son incontables las que murieron a manos de los hombres, muchas veces de forma atroz, torturadas, incluso quemadas vivas. Un mal que tenemos el deber de erradicar del mundo. Esta tarea, a la que los escritores no podemos permanecer ajenos, nos concierne en primer lugar, y especialmente, a los hombres.

 

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