Sábado 21 de octubre, son las once y pico de la mañana. Salgo a comprar comida y productos de limpieza en Cano, la tienda frente a la Basílica Menor de San Ildefonso. Por la puerta del templo sale un señor de unos 40 años, bien trajeado. Cogido de su mano izquierda lo acompaña un niño de no más de 4 años. Por cómo van el pimpollo y el cuarentón estoy seguro que debe haber una boda o un bautizo. No logro ver a más personas ataviadas con sus mejores galas pululando en la zona, deben estar dentro escuchando al sacerdote decir aquello de “yo os declaro marido y mujer”. Los dos protagonistas de la historia no se van muy lejos. Se detienen pocos metros a su derecha, pegados a la fachada de la iglesia. Para mi sorpresa, ambos pegados a la pared de la iglesia de San Ildefonso, el adulto ayuda al menor a sacarse el colgajo masculino de la entrepierna y comienza el show: El inocente infante, micciona muy contento bajo la aprobación del adulto. El niño me da pena, no tiene culpa de haber nacido en una familia cuyo plan de sábado por la mañana es orinar sobre las piedras de un edificio del siglo XIII. El adulto me produce una sensación entre asco y vergüenza ajena.
Se me pasó por la cabeza la idea de echar una foto tapando la cara y pilila del chaval. De esa manera podría hacer una denuncia pública señalando al cerdo del adulto. Pero solo acerté a contar lo vivido en un historia de la red social Instagram. Una vez publicada esta historia recibí muchas reacciones, algunas de ellas me aseguraban que dicha parroquia tiene habilitados servicios y que, por supuesto, no se negarían a dejar que un niño pequeño entrase a hacer sus necesidades.
Ante esto mi reflexión es la siguiente ¿Puede ser que en la ciudad de Jaén el porcentaje de guarros sean mayor al del resto de ciudades españolas? Seguramente sí, pero hay veces en las que se juntan el hambre y las ganas de comer, buena prueba de ello es la calle Maestra ahora conocida como calle “de las tapas”. Un lugar cuyo pavimento da la impresión de estar siempre sucio, a pesar que lo limpian varias veces por semana. El motivo no es otro que el nulo material hidrofugante que se le aplicó a las baldosas al instalarlas. Gracias a esa nefasta gestión del anterior concejal de Mantenimiento Urbano (todavía recuerdo el vídeo quejándose de un banco que él mismo puso), las baldosas de la calle Maestra estarán sucias por los siglos de los siglos (o hasta que se vuelvan a cambiar)
Hay días, como hoy, en los que me cuesta horrores sacar pecho de jaenerismo, pero es que entre algunos de nuestros vecinos (más guarros que la Tota) y la dejadez de algunos de nuestros dirigentes… ¿Qué podemos hacer para cambiar?