Durante la Ceremonia de Inauguración, hubo tres personajes que destacaron entre la gran cantidad de rostros conocidos concentrados en el Palacio del Festival, con capacidad para 2.500 espectadores. El primero de ellos fue el actor y presidente del Jurado, Robert de Niro, que recibió el aplauso del público y un especial homenaje a través de la música por parte del músico de jazz Jamie Cullum, que interpretó en su honor el New York, New York de Frank Sinatra. El segundo, fue el genial director Bernardo Bertolucci, autor de películas como 1900, El conformista, El último tango en París o El último Emperador, que recibió una Palma de Oro de honor, y que dedicó su premio a “...a los italianos que tienen la valentía de luchar, criticar e indignarse”. Y por último el tercer protagonista de una velada cargada de estrellas fue Woody Allen, realizador del film encargado de dar comienzo al Festival, Medianoche en París, carta de amor a París que, partiendo del estereotipo y de los lugares más conocidos de la ciudad nos lleva a un mundo cargado de magia e imaginación, por el que desfilan los personajes más emblemáticos de la cultura y el arte de comienzos del siglo XX. Ante nuestros ojos desfilan Dalí, Buñuel, Scott Fitzgerald o Picasso al servicio de una comedia en la que el protagonista, en vísperas de su matrimonio con una chica de familia acomodada, busca en la nostalgia y la fantasía una salida a un futuro que le hace infeliz. Aunque Woody Allen estuvo arropado por Owen Wilson y Rachel McAdams, entre otros actores, se echó en falta a Carla Bruni, que tiene una muy breve intervención en la película. En resumen, una cinta que ha conseguido la unanimidad del público y la crítica que asistió a la proyección.
En los días que han pasado desde el miércoles se han presentado películas muy variadas sin que ninguna de ellas haya conseguido seducir plenamente a los espectadores: la australiana Sleeping Beauty, primera película de la directora Julia Leigh, morbosa historia de una estudiante que para conseguir dinero se va adentrando en un oscuro mundo cercano a la prostitución; la británica, We Need To Talk About Kevin, de la realizadora Lynne Ramsay, que cuenta con una brillante interpretación de la actriz Tilda Swinton, en el papel de una madre que sufre las consecuencias de los actos de su hijo y se cuestiona hasta qué punto podría haber cambiado su vida si se hubiese planteado de otra forma su educación; la decepcionante Habemus Papam, del director y actor italiano Nanni Moretti, que con un punto de partida interesante, con un Papa elegido en cónclave incapaz de afrontar su responsabilidad, deriva hacia una farsa carente de interés, aunque haya que destacar la brillante interpretación del actor Michel Piccoli; la francesa Polisse de la joven realizadora Maïwenn, que ambientada en el marco de una brigada de la policía de protección a menores se desluce por sus formas de telefilm poco conseguido; la israelí Hearat Shulayim, de Joseph Cedar, pretenciosa cinta que cuenta el enfrentamiento de un padre y su hijo, ambos estudiosos de la historia de Israel que se enfrentan por un problema de egos, cuando el padre recibe por error el premio que un jurado había otorgado a su hijo.
El sábado se presentó, fuera de competición Piratas del Caribe. En mareas misteriosas de Rob Marshall, filmada en un efectivo y espectacular 3D y que reunió en Cannes a todo el equipo, encabezado por el director y respaldado por Johnny Depp y Penélope Cruz, además de otros miembros del reparto.
En el resto de las secciones han destacado Restless de Gus van Sant, encargada de inaugurar la sección Un Certain Régard, tierna historia de amor entre dos adolescentes que por motivos diferentes tienen una particular relación con la muerte; y, en un registro completamente diferente, la mexicana Miss Bala de Gerardo Naranjo, que cuenta con fuerza una historia ambientada en las guerras de narcos, como las que frecuentemente aparecen en los medios de comunicación y que han causado la muerte de más de 25.000 personas en los últimos años.
¡Toda una feria!