Una vez pasado un tiempo suficiente para observar si las promesas hechas no se han quedado en palabras vacías, a los jienenses comienza a costarles mantener una mentalidad positiva que les lleve a pensar que Jaén es lo suficientemente valorada. Dejando aparte, en esta ocasión, las competencias nacionales sobre la provincia, la reflexión que se hace sobre lo que llega al territorio del olivar desde Sevilla empieza a despertar cierta irritación que vuelve complejo mantenerse tranquilo en el asiento.
Ante los acontecimientos que han tenido lugar y las decisiones tomadas en este tiempo, parece que lo ocurrido en 2023 fuera más el aprovechamiento de una oportunidad que se presentó para dar un puñetazo a nivel de imagen antes que buscar el verdadero desarrollo de un proyecto expansivo para una provincia que reclamaba un cariño que venía echando en falta.
El juego político entró en escena en un momento en el que el beneficio de pintar todos los ayuntamientos de las capitales andaluzas del mismo color, quizás, no iba tan orientado a los cambios que podían generarse en la comunidad autónoma, sino a ser una pieza más en la lucha entre gaviotas y rosas.
Aquellos tres escaños, que tanta importancia adquirieron tras el 28 de mayo, parecían convertirse en la verdadera palanca que haría que el tren de Jaén cambiaría de vías para tomar un camino que le llevara a mejor destino. Tanto es así, que el acuerdo alcanzado iba más allá de las competencias que correspondían a la administración pública en la que en la que se encontraban esos tres asientos y tenía miras provinciales. Enunciados que fueron aceptados y, sobre todo y vital de recordar, firmados.
Antes de ese apretón de manos, hubo días de indecisión que despertaron una expectación que trascendía a las fronteras jienenses. Todos querían bailar con el nuevo protagonista, que finalmente, en su lucha por conseguir cambios, decidió elegir a quien ocupa el gobierno andaluz.
Sin embargo, los meses pasan y los paquetes encargados parecen haberse extraviado. Eso o, en una confusión, en la etiqueta de envío se han marcado otros territorios andaluces que no dejan de recibir buenas noticias.
En este tiempo, las relaciones que, al inicio, estaban llenas de sonrisas, ahora comienzan a presentar fricciones y desconfianza pues, como se suele decir coloquialmente, llega una detrás de otra: carreteras que iban a ser autovías y que seguirán siendo trayectos lentos, la ausencia de proyectos transformadores, un nuevo retraso en la puesta en marcha del tranvía o una Ciudad Sanitaria de la que solo se habla de su lavandería, entre otros ejemplos.
Ahora comienzan a escucharse, de nuevo, susurros de un posible cambio de pareja ante la reciente presentación de los presupuestos andaluces del 2025. Y algo que se atisba a escuchar, con mayor fuerza que un susurro, son las afirmaciones que definen como “soledad” la situación en la que se encuentra el primer edil de la capital provincial.
En su día a día, se observa en él insistencia y trabajo por conseguir cambios para esta tierra; sin embargo, le vuelven complicado el avanzar. Francisco Reyes afirmó ayer que, desde Sevilla, el Partido Popular está provocando a Jaén Merece Más para presentar una moción de censura. Tal fue la rotundidad con la que expresó esto que llegó a decir que, de cara a las elecciones del 2027, la formación gobernante en Andalucía busca un cambio de rostro en la capital del Santo Reino, pues lo que está por venir solo generará más deterioro de imagen.
Una dura declaración que, para evitar que se extienda aquello de “el que calla otorga”, debería llevar una respuesta traducida en unas acciones que hagan cambiar esa concepción, y sin tardar demasiado. Si no, y aludiendo al argot ciclista del Tour de Francia, se podría empezar a ver al alcalde jienense como el “farolillo rojo”, que queda a la cola y al que no se espera mientras el pelotón avanza.