Continuamos siguiendo la pista de vecinos y vecinas de la comarca de La Janda que, por una u otra circunstancia, en la actualidad se encuentran lejos de su ciudad natal. En esta ocasión y a través de Santiago Gallego Delgado, alcalaíno que participó hace unas semanas en esta misma sección, entrevistamos a Salvador Carmelo Quintero Salguero, joven conileño, que al igual que Santiago vive en Hamburgo, aunque en los más de tres años que lleva fuera de La Janda ha visitado más de una decena de países. Salvador Carmelo Quintero Salguero nació en Cádiz hace ahora 34 años y creció en la localidad jandeña de Conil, una de los lugares con más encantos de la provincia gaditana. Se licenció en Administración de Empresas en la Universidad de Cádiz, donde coincidió con la ministra de Igualdad, Bibiana Aído; y la semana próxima se licencia en Economía Internacional por la Universidad alemana de Kill. Además, cursó un año como estudiante internacional en la Universidad de Lüneburg y otro en la Universidad de Leuphana donde el arquitecto, internacionalmente conocido por sus proyectos, que ganó el concurso de la Zona Cero de Nueva York, Daniel Lewinsky, está construyendo un nuevo edificio. Salvador ha trabajado en Banca, turismo, y en Alemania en marketing y exportación, todo ello muy relacionado con el publicidad y las Relaciones Públicas; y se confiesa un gran aficionado de las actividades acuáticas y los deportes de riesgos; aunque en la actualidad descansa de sus obligaciones laborales para finalizar sus estudios y en cuanto a su afición por las actividades acuáticas la tiene aparcadas de momento, hasta que pueda volver a disfrutar de las “hermosas playas de mi tierra”.
—¿Qué motivos te llevaron a marcharte? La experiencia, ¿la calificarías de positiva o negativa?
—Pues no existe un motivo firme. Se podría decir que quería salir y conocer mundo, aprender, viajar, etc.; y nacer en La Janda y vivir en Conil me lo ha permitido, por lo que tengo claro donde está mi sitio. Conil es mi vida y lo llevo en mi corazón, por lo que no considero que me haya marchado. La experiencia está siendo muy positiva, aunque también dura por momentos. El alemán en una lengua compleja, por lo menos para mí; además, teniendo en cuenta el clima de Andalucía, las temperaturas en Alemania ponen bajo cero con mucha frecuencia y se pasan los días y las semanas sin ver un rayo de sol. Pero creo que vivir experiencias nuevas te ayuda a analizar las cosas desde otro punto de vista y te hace más tolerante.
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Hamburgo? ¿A qué te dedicas en la actualidad?
—Llevo viviendo en Hamburgo unos 3 años, aunque me recorro más de 200 kilómetros a menudo para ir a la Universidad, ya que en la actualidad estoy terminando la Licenciatura de Economía Internacional en la Universidad de Kill...¡Me queda una semana para finalizar! ...el viernes que viene tendré dos licenciaturas.
—¿Qué fue lo primero que te impresionó al llegar?
—El orden. Los alemanes son muy civilizados, respetan todas las normas y tienen mucha conciencia cívica. Incluso recriminan todo lo que salga de las normas y, por supuesto, a quién se las salte.
—¿Te costó adaptarte a esta zona? ¿Son formas de vida muy distintas?
—Al principio no. Cuanto más desconocía el país, más fácil parecía que me adaptaba. Pero conforme ha pasado el tiempo y he ido conociendo la cultura alemana, más me ha costado adaptarme y más difícil me ha resultado integrarme. Aunque creo que las palabras adaptación o integración son conceptos con un discurso viciados, al suponer que las minorías deben hacer lo que las mayorías; no se está respetando las diferencias y por tanto, no nos enriquecemos de ellas. Al contrario sucede, la integración pretende la absorción de la minoría en su sistema. Siguiendo por esos derroteros, al final termina toda la humanidad comiendo arroz porque los chinos nos ganan en número!. Un español o un andaluz vive de forma diferente a un alemán y todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Por ejemplo, los alemanes tienen una gran conciencia de las cosas públicas y las tratan como si fueran suyas y así es su cultura y así educan a sus hijos. De esto creo que podríamos tomar ejemplo, ya que en La Janda a algunos no nos cuesta tirar un papel al suelo, no tenemos tanta conciencia. Es cuestión de cultura y educación. Pero también podrían tomar ejemplo los alemanes de los jandeños y sonreír un poco por la calle.
—¿Qué echas de menos de tu tierra? ¿Con qué frecuencia la visitas?
—El clima y la amabilidad de la gente. En La Janda, que es una zona con mucho paro y donde los ciudadanos están acostumbrados a trabajar duro en el campo en ‘la mar’, las personas hablan, hay alegría... Sin embargo, no encuentro aquí esa alegría. También echo mucho de menos el clima, que para mí es lo más maravilloso que tenemos en La Janda. Por ejemplo, la comida no la echo mucho de menos porque la alema tiene una calidad extraordinaria. Y aunque extraño mucho mi tierra, no tengo una frecuencia regular para visitarla. La última vez que fui hacía un año y medio que no visitaba España, aunque al principio iba cada seis meses más o menos. Ese tiempo lo aproveché para viajar y conocer otros países.
—¿Te gustaría volver a la Janda? ¿Existe la posibilidad?
—En parte sí y en parte no. Sí porque es mi tierra y le debo mucho, entre otras cosas la oportunidad de salir y formarme. Por eso animo a la gente y, sobre todo, a los jóvenes a no tener miedo a salir. Estas oportunidades vienen solas y yo por supuesto no las descarto. Tenemos que quitarnos la idea de la cabeza de que por ser de pueblo, donde vayamos vamos a quedar como “cazurros”. Y claro que existe la posibilidad de volver. De momento, tengo varias entrevistas de trabajo en Suiza y si no va bien quizás vuelva. Pero volvería con la experiencia y con la destreza de hablar el inglés y el alemán.
—¿Qué te llevarías de La Janda a Hamburgo?
—Un trocito de playa y una buena sonrisa de la gente. La alegría de mi gente.
—¿Y qué te traerías para la Janda?
—Conocimientos. Creo que cuanto más formados y mejor conozcamos, por ejemplo, otros idiomas, más preparados estaremos para encontrar un buen trabajo y poder ofrecer mejores servicios y beneficios para mi pueblo: Calidad de vida.
—¿Existe mucha diferencia entre el lugar donde vives y la Janda?
—Diría que son mundos distintos. La diferencia es enorme. En el norte de Europa hay una gran cultura del trabajo, la vida personal y la profesional están prácticamente unidas: lo que te define es tu trabajo. Al presentarse, un alemán pregunta el nombre y el lugar de trabajo. Por su parte, la cultura del ocio es más amplia y mejor en la Janda, con sus playas y parques naturales por donde pasear; aunque faltaría más oferta institucional como, por ejemplo, museos o actividades culturales.
—¿Qué crees que la gente debería conocer del lugar en donde vives?
—Sí. Pienso que los profesionales del turismo deberían conocer Hamburgo y Alemania. Para ir de visita turística, existen otros destinos con un clima más parecido al de la Janda pero sí para conocer otro punto de vista.
—¿Qué mensaje le enviarías a tus vecinos y vecinas de Conil y de la comarca de la Janda?
—Pues que el saber no ocupa lugar, cuanto más viajen y aprendan mejor. Creo que hay dos formas de aprender: la de las universidades y la experiencia de los lugares a los que vas.