Dice Anne Marie-Noëlle Tournoux, jefa de proyectos para Europa y América del Norte de la Unesco, que “los cascos viejos no sobreviven si el turismo es su única actividad”. Málaga Ahora abre la caja de los truenos, y tras una exitosa Semana Santa, que ha batido todos los récords de visitantes, ocupación hotelera o pernoctaciones, pone sobre la mesa qué futuro queremos para el corazón de la capital: “¿un centro habitable o un escaparate de cartón piedra?”, se pregunta la portavoz, Ysabel Torralbo. La formación rechaza declarar el centro Zona de Gran Afluencia Turística, tal y como pretenden los hosteleros, y plantea incluso cobrar una tasa a los aparcamientos turísticos, que se han duplicado en apenas un año hasta las 6.634 plazas, o una moratoria que impida abrir más bares. Medidas para poner coto a un turismo de masas que ya estudian en grandes capitales como Madrid, Barcelona o Palma de Mallorca.
¿Por dónde paso?
Málaga Ahora insistirá en la próxima Comisión de Economía en frenar la “ocupación abusiva” del centro instando al Ayuntamiento a recuperar el uso residencial y revertir la proliferación de terrazas, bares, apartamentos turísticos y continuos eventos. Y se agarra a los números para ello: ya solo quedan 4.700 vecinos frente a los 12.000 residentes de hace ocho años; por el contrario, hay 218 bares y 400 terrazas. “Se está tratando el centro como si no fuera una zona residencial”, apuntó Torralbo, que recordó las quejas registradas por el Defendor del Pueblo, 150 denuncias individuales solo a finales de 2015, “sin que recibieran respuesta”.
La brecha sigue
Torralbo hace hincapié en que no se trata de un modelo de ciudad, sino “empresarial”, recordando cómo pese a que la “avalancha” turística genera 1.600 millones de euros, la brecha social en Málaga sigue imparable, situando a la ciudad como cuarta capital española con mayor porcentaje de su población en riesgo de pobreza. Abogan, en cambio, por el aumento de las inspecciones para que se cumpla la normativa de terrazas o ruidos o que el vecindario disponga de los planos de ocupación de los negocios, tal y como se aprobó en pleno en septiembre y diciembre pasado.
Una iniciativa en la que también critican el que consideran “urbanismo cofrade”: “se están permitiendo remodelaciones, a veces caras y agresivas, para facilitar el paso de procesiones, un evento que solo debe durar siete días”. Medidas para evitar la “turistificación”, aseguran, y no llegar al extremo de Palma de Mallorca, donde la falta de alquileres asequibles ante el aluvión turístico ha provocado la picaresca de algunos, que llegan a ofrecer terrazas o coches a precio de oro.