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Cuando peor lo estábamos pasando, cuando no podíamos vernos nada más que de balcón a balcón, cuando las vídeo llamadas...

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Cuando peor lo estábamos pasando, cuando no podíamos vernos nada más que de balcón a balcón, cuando las vídeo llamadas se convirtieron en nuestra forma de estar cerca unos de otros, cuando la casa se nos caía encima, las dudas nos carcomían y el miedo nos iba transformando, hubo algo que nos sirvió de alivio: leer un libro que teníamos pendiente, ver una buena película, disfrutar de un maratón de una serie, escuchar en directo por Instagram a tu artista favorito… Fue algo que ocurrió en todo el mundo. La cultura vino a aliviar parte de ese pesar y los artistas pusieron sus creaciones a disposición del público para ayudarlos a llevar la situación un poco mejor.

Esto fue posible porque el acceso a la cultura es cada vez mayor aunque, reconozcámoslo, todo lo copan los artistas ‘mainstream’, las plataformas y los grandes medios con su programación generalista que nos lo dan todo hecho, diseñado y listo para consumir. De modo que lo grande, lo caro y lo que viene de fuera nos nubla la vista, nos reduce las miras y nos impide ver, y por tanto valorar, lo que tenemos más cerca.

Hemos perdido la costumbre de encontrar cosas nuevas a nuestro alrededor. Hemos olvidado el encanto de asombrarnos con lo cercano, de hallar nuevas emociones, de… descubrir. Cuando precisamente ahí, a nuestro lado, tenemos personas, colectivos e iniciativas que nos pueden sorprender con su trabajo y su talento, aportar lo mismo o más, precisamente porque con ellos compartimos nuestro origen, nuestro barrio o parte de nuestro pasado. Los tenemos al lado desde hace tiempo, pero no los veíamos, o no los sabíamos ver.

En medio de esta nueva ‘extrañidad’, ahora que no podemos ver grandes conciertos de nuestras estrellas favoritas, quizás sea el momento para disfrutar de pequeños recitales con grupos y cantantes de nuestra ciudad, a los que nunca habíamos prestado atención. El hueco que iba a ocupar en nuestra tarde de domingo el estreno de una súper producción de Hollywood podemos rellenarlo con el largometraje que ha rodado un paisano nuestro y que no hemos tenido tiempo de ver.

Que los teatros no puedan traer compañías de fuera les ofrece una valiosísima oportunidad para programar compañías locales y que nosotros podamos disfrutar del talento de aquí. Que no podamos viajar al extranjero no nos impide realizar pequeñas excursiones e ir a ese pueblo que nunca hemos visitado a pesar de estar en nuestra provincia.

Aquellos amigos que siempre me invitan a los conciertos de su grupo a los que nunca puedo ir… ¿Y si esta vez voy y les doy mi aplauso? El hijo de aquellos amigos que rueda cortos que nunca he podido ver... ¿Y si me marco en la agenda su próximo estreno y acudo a verlo para apoyar su talento y su iniciativa?

Esa pequeña galería de arte a la que nunca me atrevo a entrar porque suele estar vacía; ese local que programa monólogos en directo pero al que nunca he ido; ese grupo de baile que lleva años ensayando nuevas coreografías pero no sé cuáles; aquella conocida que publicó un libro que nunca leí… ¿Y si un día les presto un poco de atención? ¿Y si me atrevo a descubrirlos?

Dicen que al mal tiempo hay que ponerle buena cara. Que no hay mal que por bien no venga. Y que de todo lo malo hay que sacar algo bueno. Y no voy a ser yo quien le lleve la contraria al sabio refranero español. A pesar de las preocupaciones, de las cifras y de las incertidumbres, quizás podamos encontrar algo de alivio sin tener que suscribirnos a nada. Quizás sólo tengamos que echar una mirada alrededor y… descubrir.

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