CONTINÚA DE LA SEMANA PASADA: Nuestra historia trata de un reino no muy lejano, donde desde hacía casi medio siglo un imperfecto consenso permitió a sus habitantes alcanzar cotas de libertad y prosperidad nunca vistas, pero perdieron el interés por lo que hacían sus representantes políticos y algunos de ellos abusaron del poder para beneficiarse, facilitando la llegada de un nuevo grupo político con falsas promesas.
Entonces apareció un individuo egocéntrico y mentiroso que ávido de poder engatusó a uno de los partidos antiguos y a sus votantes, pactando con el grupo nuevo y con los que querían destruir el reino, llegando a gobernar sin pasar por las urnas. Entonces llegó al reino una tremenda plaga y todo se aceleró.
El único objetivo del nuevo gobernante era permanecer en el poder a toda costa y el de quienes le apoyaban era imponerle al reino su ideología para lo mismo. El plan era sencillo: fomentar el odio para dividir y enfrentar a los ciudadanos.
Al principio la plaga fue un estorbo para sus planes e intentaron convencer a los ciudadanos de que no existía, pero cuando la catástrofe fue inevitable confinaron a toda la sociedad, sin saber qué hacer para remediar la enorme cantidad de personas que morían cada día.
Era evidente para aquellos gobernantes no se trataba de buscar soluciones a la desgracia sino de perpetuarse en el poder, por lo que usaron los medios de comunicación (a los que pagaron generosamente) para que les hicieran campañas de propaganda favorables, para luego – con el parlamento cerrado y los ciudadanos confinados – dictar un sinnúmero de leyes (sin control alguno) para favorecer la implantación de sus ideas. Tristemente muchísimos ciudadanos no reaccionaron por estar en ERTE, por cobrar sueldos públicos o porque esperaban ayudas y salarios sociales que no llegaban.
Pero otros muchos simplemente estaban desesperanzados y desesperados, por ser pequeños empresarios camino de la quiebra, por ser mayores excluidos del mercado laboral o por ser jóvenes sin futuro. Mientras, el gobierno del reino y sus seguidores mantenían su agenda social y políticamente rupturista, elaborando el panfleto de odio con el que adueñarse de todo.
La metodología a seguir era clara, el sector que apoyaba al gobierno estaba pendiente de identificar cualquier desgracia social o personal y hacía que todos la conociesen de la forma más conveniente para asentar sus ideas.
Luego todos ellos fingían defender a los afectados con el ánimo de aparentar una supuesta superioridad moral que luego utilizaban para crear un argumento político, el cual era lanzado contra quienes se opusieran a sus ideas y objetivos, acusándoles de promover el odio contra ellos. Esto permitía al gobierno del reino transformar y capitalizar en su beneficio cualquier problema o asunto social. Continuará. Fuerza y salud.