El río
Guadalquivir se rinde, en una de sus riberas,
a la milenaria ciudad de Lebrija, poblada ya desde la Antigüedad y asentada
junto al viejo Mar de Tartessos. Lebrija no sólo ofrece al visitante la belleza de un
rico patrimonio artístico y monumental, sino también, un
paisaje humano capaz de despertar los sentidos de aquellos que buscan un
destino singular y auténtico lleno de valores
culturales, en el más amplio sentido de la palabra.
Caminar por sus calles es siempre una experiencia memorable que invita al visitante a perderse por el
viario de la antigua ciudad romana, islámica y cristiana o a detenerse ante las
blancas paredes encaladas del Centro Histórico, declarado
Bien de Interés Cultural.
En la ciudad se pueden descubrir
obras de Alonso Cano (en el majestuoso retablo de la Iglesia de la Oliva) o de
Hernán Ruiz II, pero también
creaciones artesanales fruto de oficios tradicionales como la
alfarería, la
guarnicionería o la
forja. Mención aparte merecen sus
platos típicos, desde los
caracoles blanquillos hasta el delicioso
ajo lebrijano, todo un elogio al valor de lo sencillo.
La ciudad cuenta, además, con
artesanos que producen
panes de máxima calidad, hechos con masa madre y con un conocimiento arraigado en la tradición. Las
bodegas lebrijanas, por su parte, aportan
oro líquido a toda buena mesa, con caldos blancos, tintos y generosos elaborados a partir de variedades diversas de uva.
Dice la mitología que Lebrija fue fundada por Baco, Dios del Vino, y la ciudad hace honor a ello.
A las puertas de Doñana, Lebrija puede presumir de un
paisaje de singular, belleza medioambiental que se concentra en una de las mayores extensiones de humedal de toda Europa.
Conexión con el flamenco
Si algo caracteriza a la singular Lebrija es su
profunda conexión con el arte flamenco, gracias a la existencia en la ciudad de
numerosas familias gitanas que han venido enriqueciendo, durante siglos, la cultura de un municipio que se expresa por
bulerías arromanzadas.
A la
amplia nómina de artistas profesionales del cante, el toque y el baile se suman gentes sencillas que nunca llegaron a profesionalizarse, pero que han sido -y siguen siendo -transmisores de un
modo muy particular de interpretar y vivir lo jondo.
Baluarte de excepción de ello es la
Caracolá lebrijana, uno de los festivales flamencos
más antiguos de Andalucía que cumplirá 59 años en esta edición, los días 9 a 20 de julio de 2024, y que otorgará su
Caracol de Oro a la cantaora Inés Bacán.
Pero la Caracolá no es el único atractivo que Lebrija ofrece al visitante interesado por el flamenco. Frente a la emblemática Calle de las Monjas, se emplaza el
Centro del Flamenco de Lebrija, un equipamiento museográfico para la
interpretación y disfrute del flamenco local, un espacio protagonizado por hombres y mujeres que decidieron consagrar su vida al cante, al toque y al baile.
Un río de palabras
Entre los muchos atractivos que atesora, Lebrija cuenta, desde el pasado 17 de mayo, con un
Centro de Interpretación íntegramente dedicado a la
difusión y conocimiento de su hijo más universal, el humanista
Elio Antonio de Nebrija (1444-1522), conocido por el gran público como el creador de la primera
Gramática sobre la lengua castellana (1492), pero cuyo
legado científico es uno de los más completos de los siglos XV y XVI.
El
Centro Nebrija, que ya puede visitarse mediante
reserva previa en la web oficial
www.centronebrija.lebrija.es, constituye el
regreso simbólico de Elio Antonio a su patria tras su muerte, deseo que el propio autor dejó escrito y que, de forma material, nunca llegó a cumplirse.
Con su flamante Centro Nebrija, la ciudad natal del gramático
amplía de manera ostensible su oferta cultural y turística, gracias a un personaje de relevancia nacional e internacional que ha venido siendo puesto en valor a lo largo de todo el denominado
Año Cultural Nebrija, un ambicioso proyecto impulsado por el Ayuntamiento de Lebrija para conmemorar el quinto centenario de la muerte del padre de nuestra lengua.
En la Bética, donde el río Guadalquivir transita su largo camino por Andalucía, vio la luz por primera vez Antonio de Nebrija, haciendo a su ciudad depositaria de la riqueza de su inmensa obra como
gramático, latinista, autor de diccionarios y precursor de la normalización del castellano. Toda esa herencia se pone a disposición del visitante en la
Plaza Rector Merina, que alberga el centro.