Como ocurre con muchos problemas, y no solo derivados de enfermedades, en el caso del virus del Nilo la prevención es clave para atajar un problema que este año ya se ha cobrado tres vidas en la provincia de Sevilla, con lo que pelear contra las larvas en primavera sería más efectivo que contra los insectos en verano.
Así lo defiende el profesor de investigación del CSIC en la Estación Biológica de Doñana, Jordi Figuerola, que ha señalado la importancia de seguir ejemplos como el de la Diputación de Huelva, que desde hace muchos años tiene instaurado un sistema de trabajo para el control de los mosquitos que funciona durante todo el año, y no en momentos concretos del verano cuando hay una mayor población en determinados núcleos.
Ubicada en la Isla de la Cartuja de Sevilla, la Estación Biológica de Doñana (EBD) es un instituto de investigación dedicado al estudio de la ecología, la evolución y la conservación de la biodiversidad, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y allí trabajan unas 250 personas en distintas labores. Una de ellas es identificar los puntos donde hay una mayor proliferación de estos insectos, para atacarlos en su terreno e intentar evitar que lleguen a los núcleos de población.
Para Figuerola, está claro que es “mucho más fácil matar a la larva, porque tiene que estar en el agua sí o sí”, de modo que “se pueden concentrar los tratamientos en las pocas zonas que tienen agua” y pelear contra ellas en su terreno antes de desarrollar el ejemplar adulto.
Medidas de control en los arrozales
Aunque el virus del Nilo parece algo nuevo, en la EBD lo identificaron hace más de diez años. La experiencia de los expertos marca que se han identificado las zonas que están más expuestas a estos casos, “y una de las que está claramente más expuesta es la del cultivo del arroz del Bajo Guadalquivir”, lo que indica que hay que adoptar “medidas para controlar a los mosquitos en estos arrozales, antes de que se empiecen a detectar los primeros casos en humanos”.
Para Jordi Figuerola, el asunto no tiene matices: “Si el arroz se inunda a finales de mayo o principios de junio, a mediados de junio, se tendrían que iniciar ya los tratamientos con larvicidas para evitar la proliferación de mosquitos en estas zonas, al menos en los arrozales más cercanos a las zonas habitadas. Y estos tratamientos se tendrían que repetir varias veces al año”.
Se trataría de imitar un ejemplo que está funcionando, el de la Diputación de Huelva, provincia en la que “todos los municipios de costa tenían graves problemas de molestias debido a los mosquitos, y por esa razón crearon este servicio de control”, que cada año emplea a entre 50 y 60 personas para realizar los tratamientos.
De hecho, el servicio de control de mosquitos de la Diputación de Huelva trabaja incluso en invierno, “identificando las zonas más problemáticas por la presencia de larvas, viendo maneras de evitar que se vuelva a repetir la situación”, un servicio que es financiado al 80 % por la Diputación de Huelva y los municipios cubren cubren el 20 % restante del coste del funcionamiento.
Con este método es más fácil trabajar, porque se ataca a la larva en el agua, donde “se pueden concentrar los tratamientos”, ya que “al tener que estar en el agua es mucho más sencillo que cuando son adultos, que vuelan, se pueden esconder, y hay que tener en cuenta que el producto que se usa para matar adultos tiene que entrar en contacto con el cuerpo del mosquito”, de modo que puede eludirlo “si está refugiado en una tubería, debajo de una planta, de una hoja o en un agujero del tronco, y por mucho que tú tires producto”, ese mosquito, cuando el veneno se deposite, “sale volando y no le ha pasado nada”.
Prevención y vacuna
En los pueblos de la provincia de Sevilla más afectados se ha creado una plataforma con epicentro en La Puebla del Río. Su portavoz, Juan José Sánchez, reclama varias medidas, “aparte de la fumigación anual”, como que haya mejores protocolos de actuación en los centros médicos, que puedan contar con una analítica que identifique la enfermedad, y se puedan tener cifras reales de los infectados.
Pero, además, recuerda la importancia de investigar una vacuna “que está testada en la tercera fase, y que por temas económicos no se ha desarrollado”, un tratamiento de choque como ocurrió con el coronavirus que terminaría con la pesadilla que se vive en casi 15 pueblos de la provincia sevillana.