Los años de pos guerra y del tardo franquismo cuentan con una amplísima bibliografía generalmente crítica con el Régimen, y solo se han subrayado las sombras y no las luces que también existieron. Entre los libros más ecuánimes está los siguientes: Juan Eslava Galán, “Los años del miedo” (2008). Ángela Carmona, “Rosas y espinas. Álbum de las españolas del siglo XX” (2004). Varios, “La vida cotidiana en la España de los 50” (1990). Bernardino M. Hernando, “Delirios de grandeza” (1977). José Manuel Cuenca Toribio, “Nacionalismo, franquismo y Nacional-catolicismo” (2008). Fernando Olmedo, “El látigo y la pluma” (2004). Encarna Ruiz Galacho, “Historia de las Comisiones Obreras de Sevilla” (2002). Alberto Carrillo-Linares, “Subversivos y malditos en la Universidad de Sevilla (1965-1977) (2008). Alfonso Lazo, “Una familia mal avenida: Falange, Iglesia y Ejército” (2008). Luis Alfonso Tejada, “La represión sexual en la España de Franco” (1978). Carlos Colón, “Un cine para tres Españas” (2005) y “El cine y los toros” (1999). Varios, “Jugando a ser: catálogo de juguetes” (2006). José María Castells, José Hurtado y Josep María Margenat (Editores), “De la Dictadura a la Democracia” (2005). Manuel Revuelta González, “El anticlericalismo español en sus documentos” (1999). Varios, “La Codorniz, antología 1941-1978” (1998).
Y llegamos al final oficial de los años del hambre. El 16 de mayo de 1952, el Jefe del Estado dijo en las Cortes: "Como coronamiento del actual período, puedo anunciaros que a partir del primero de junio quedará absolutamente suprimida la cartilla de racionamiento... Desaparece, por tanto, lo que ha sido en cada hogar el símbolo y el recuerdo de nuestras dificultades, cuya superación es un motivo de orgullo para los españoles".
Entre el 14 de mayo de 1939 y el primero de junio de 1952, no sólo hubo escasez de alimentos y otros productos básicos, incluso hambre física; también se impuso una filosofía de vida. Las tres generaciones citadas habían heredado unas de otras el estímulo de adaptación a las dificultades, de afanes de vivir cualquiera que fuesen las circunstancias. Trece interminables años de cartilla de racionamiento dieron carácter a la sociedad.
Sobre el origen de la Cruzada se habló mucho en las tertulias del Ateneo. Una tarde de otoño de 1952, el doctor José Conejo Mir llevó al Ateneo a un médico malagueño amigo suyo de la infancia. Se llamaba José Suárez. Era agnóstico, republicano y durante los años treinta había pertenecido a la Federación Universitaria Escolar, la combativa F.U.E., adversaria de los Estudiantes Católicos. La visita al Ateneo obedecía al deseo de conversar con el canónigo Norberto Almandoz sobre la utilización de la palabra Cruzada por los nacionales durante la Guerra de España.
- La cuestión que yo planteo -comenzó diciendo José Suárez-, es esta: ¿Fue la guerra civil una Cruzada? Yo sólo pretendo actuar como abogado del diablo...
Norberto Almandoz, que ya conocía por José Conejo Mir la ideología de su amigo y el tema propuesto, estaba preparado para el debate. Respondió en tono distendido:
- Mire usted, querido amigo, los generales sublevados no utilizaron nunca en sus manifiestos y discursos previos ni posteriores al 18 de julio de 1936, la palabra Cruzada en el sentido religioso que luego se le dio. En primer lugar, fue la sociedad espontáneamente y en lugares geográficos distintos, la que hacía referencias a "nuestra cruzada patriótica contra el comunismo". Hay testimonios publicados en Sevilla, Pamplona, Salamanca y Valladolid, por lo menos... En segundo lugar, fue el entonces obispo de Salamanca, monseñor Pla y Deniel, quien en la pastoral de septiembre de 1936 afirmó que el alzamiento español no era una mera guerra civil, sino que sustancialmente era una Cruzada por la religión, por la Patria y por la civilización, contra el comunismo. Y lo dijo apoyándose en una reciente alocución del Santo Padre Pío XI. Además...
José Suárez replicó sin dejarle terminar:
- Entonces, ¿a qué clase de cruzada se refirió Franco?
- Me ha cortado usted... Pla y Deniel dejó muy claro en su pastoral dos aspectos básicos. El primero, que la guerra civil española, independientemente de la voluntad de las partes en conflicto, era con absoluta evidencia una lucha internacional en un campo de batalla nacional... Por eso, es más propio hablar de Guerra de España que de guerra civil a seca... Esto, señor Suárez, es irrefutable, un axioma avalado por cientos de testimonios... El segundo aspecto básico es que la República y el Frente Popular formaron una unidad roja; es decir, que era imposible distinguir entre unos y otros a la hora de perseguir a la religión. La pastoral de Pla y Deniel está fechada en septiembre de 1936 y ya acumula un balance estremecedor de martirios. De manera que cuando el episcopado español publica su pastoral colectiva apoyando a Franco, en julio de 1937, o sea, un año después del alzamiento, no existe la menor duda del anticristianismo del bando rojo... La propia pastoral constituye un inventario de los horrores de la persecución. Que luego el Ministerio de Justicia ha confirmado en un reciente libro que es una prueba evidente de la crueldad con que fueron asesinados los eclesiásticos, por el mero hecho de serlo. De manera que los obispos españoles estuvieron acertados al considerar que la guerra iniciada por los militares sublevados era una Cruzada... Así lo confirmaron tanto la cruel persecución ejercida por republicanos y frentepopulistas, como las alocuciones previas del Santo Padre Pío XI, alertando sobre la enemistad del comunismo hacia la Iglesia Católica y sus propósitos exterminadores... Denuncias que, desgraciadamente, fueron confirmadas en suelo español por los crueles asesinatos que todos conocemos...