Carta para cuando mi amiguito el Bola cumpla 50 años. Hola, amigo, ¿ya eres abogado?
Tu patrimonio no son los inmuebles, tu patrimonio real, tu patrimonio que te hace diferente, el patrimonio que hace que todos te amemos, ese ni aun queriéndolo, ese no se vende por más que proliferen las ofertas de compras. Lo que eres está tan adherido a ti como ese calendario que extendía sus hojaDoblo la calle y tras la esquina, a mano izquierda, sobre la acera un vetusto y decrépito calendario extiende sus hojas cual soldado que alza y abre sus brazos en señal de rendición. Lo piso y se adhiere a las desgastadas suelas de mis zapatos. Sacudo una y otra vez la pierna como lo haría un perro que acaba de orinar junto a un árbol. Ahí sigue pegado. Me agacho y tras varios intentos solo logro arrancarle una hoja. No es ni enero, ni febrero… es el mes de la infancia que reparte sus días entre el recuerdo, el tiempo, la melancólica nostalgia y la nostálgica melancolía. Una hoja que se agita, se arruga, se pliega una y mil veces hasta que es absorbida por entre las líneas que vaticinan el futuro cruzándose en la palma de mi mano. Y entonces se produce el milagro… venas y arterias dejan a un lado la danza de la sangre para llevar al corazón que late, sin causarme daño, bajo mi pecho una riada de segundos, horas, días, semanas, meses y años. Y entonces se produce el milagro… erguido sobre la esquina ya no hay más sombra que la que proyecta mi memoria.
Cruzas la plaza con el brazo escayolado, nos expulsan de la iglesia y es que es imposible dejar de reír cuando se hurga la nariz una vieja. Una revista repleta de tetas, los triples en la Alameda, el seco sonido que produce el crujir de las hojas de los eucaliptos en nuestros días de verano. Los primeros besos. La física y la química que hacían gamberradas con esos amores del gran maestro Severo Ochoa. Alguna riña. Cerveza, licor 43 con piña. El tiro pichón y la piscina de Algatocín. Alguna navidad, algún San Isidoro, luego el paréntesis para que ambos dejásemos a un lado la crisálida adolescencia para volver en la primavera de la juventud primera. Allí me abriste las puertas tras hacerme el borracho para dormir sobre un banco perdido entre una multitud que jugaba entre la tierra y las casetas de la Feria de Málaga. San Francisco y el Pryca. En la Plaza de la Marina pedías el 0,7 y a mí me regalaste todo tu producto interior y a lo bruto, como siempre, sin pedir nada a cambio. Eras ya, imagínate hoy, mi mucho y más antiguo mejor amigo. Hola, hermano, hola, Bola, hola, te amo.
Pero claro, es tu cumpleaños. Así que he de ser sincero. Yo era el típico joven de buena familia, educado en los mejores centros privados que apenas conocía la palabra diversión. Vestía de Benetton y Lacoste, siempre reipenado, despejada la frente… de esos que se cepillaban siete veces los dientes y rezaba a dios todas las noches en el nombre de mi primera comunión. Pero fue conocerte y comenzar a beber y a endrogarme, dejándome llevar por la avenida del ateísmo. Y es que gracias a ti supe que para ser de izquierdas hay que tener al menos y en propiedad toda una Sierra. Que conste que no te lo echo en cara pero mis padres me soñaban como médico que invierte sus ahorros en los Nasdaq de nuestros parqués bursátiles corriendo el riesgo de un siete por ciento, cuanto menos. Y ahora mírame, he superado todas sus expectativas porque no solo estoy vivo, soy guapo a rabiar y tengo un ojete funcional incluso tras la ingesta de chile y vino… soy tan, tan, pero tan rico, que a ver quién puede decirme cuánto cuesta tenerte como mi mejor amigo.
Y es que hemos pasado momentos buenos, sí, también muy buenos… pero también momentos en los que nos lo hemos pasado de puta madre.
Hablando de ahorros, hay quien se muestra preocupado porque vendas tu patrimonio, al carajo y oídos sordos. Vende y vente para Barbate, con la Sole y el Iván. Porque, y lo digo abiertamente, tu patrimonio no son los inmuebles, tu patrimonio real, tu patrimonio que te hace diferente, el patrimonio que hace que todos te amemos, ese ni aun queriéndolo, ese no se vende por más que proliferen las ofertas de compras. Lo que eres está tan adherido a ti como ese calendario que extendía sus hojas al doblar la esquina, a mano izquierda. Ni la más hostil de las OPAS podría adquirir el imperio de honestidad, bondad, generosidad y humildad que has creado desde las entrañas hasta la última gota de tu alma. Hola, hermano, hola, Bola, hola, yo te amo. Feliz cumpleaños y disculpa si el texto no es más extenso, es que tengo que jiñar al puñetero calendario con sus pestilentes heces de segundos, horas, semanas, meses y años. Te quiero hermano, te amo hermano. Y no sé porque desde el pasado digo esto, pero espero que un tal Rafa no se enfade, pero Bola, te quiero mi querido mi mejor amigo y mi mejor abogado.