Esta historia la narraré empezando por el final. La cuenta oficial de la Guardia Civil en Twitter, en español, tuiter, lanza un aviso sobre una estafa a través del correo electrónico. Una de tantas, pienso justo antes de fijarme bien… Asunto: Esperando su pago. Y ahí es cuando me cago. Ese correo me llegó hace unas semanas y aunque no fui estafado sí me tuvo enredado varios días.
Me advierte que no servirá de nada acudir a las autoridades o denunciar, porque “no puede ser rastreado… llevo años dedicándome a esto y créame, no cometo errores”, me dice el cabrón con un tono que considero chulesco. Pues conmigo has cometido un error…Flashback. En español, analepsis o escena retrospectiva. Abro mi cuenta de correo, convocatoria de prensa, notas del PP, del PSOE, de la Junta, del Ayuntamiento y entre esa maraña del curro puro y duro me llama la atención un envío. Asunto: Esperando su pago. Y como le debo dinero a medio mundo, pues como que me genera ansiedad y lo abro. “Hola, le informo que tengo total acceso a su buzón y a sus mensajes”… vaya gilipollez, mi contraseña es ‘0000’, a mi correo tiene acceso hasta aquellos que no tienen ordenador. Sigo leyendo: “Llevo semanas vigilándole” y aquí ya ha captado toda mi atención… “tengo acceso total a su PC y demás dispositvos gracias a un software de mi creación”. Ojú, la cosa se pone fea. “Eso significa que puedo verle siempre que quiera frente a la pantalla, con solo encender la cámara y el micrófono sin que usted se dé cuenta”. No me jodas, no me jodas… El colega me explica que tiene acceso también a mis contactos y por así decirlo, tiene acceso hasta a mis pelotillas del culo.
Tenso como el alambre de un funámbulo, sigo leyendo y me quedo de piedra cuando me dice, o mejor, me informa que cuenta “con un video” en el que salgo masturbándome “y del lado derecho, el video que estaba viendo mientras” me masturbaba. ¡Oh, no! Sabía que llegaría ese día… he escuchado historias al respecto. Amablemente me lanza una pregunta: “¿En qué puede perjudicarle?”… y a continuación me da la respuesta… pues que puede publicar ese vídeo en todas mis redes sociales y enviarlo a todos mis contactos. Y aquí llega el chantaje, para evitarlo tengo que darle 750 dólares “y así borraré el video y no volverá nunca a saber de mí”.
Me advierte que no servirá de nada acudir a las autoridades o denunciar, porque “no puedo ser rastreado… llevo años dedicándome a esto y créame, no cometo errores”, me dice el cabrón con un tono que considero chulesco. Pues conmigo has cometido un error…
Un error enorme porque me vuelvo loco tratando de contactar con él… no para darle dinero y ceder en el chantaje, sino para comprarle otros vídeos y seguir masturbándome. Porque sí, porque quiero decirle que me importa un carajo que la gente se entere que me masturbo y además a veces de forma tan compulsiva que si me colocan un alternador en la muñeca ilumino Nueva York.
Quiero hablar con él para que envíe ese vídeo a mis contactos, la mayoría ansiosos por ver a un gordo y calvo pajeándose con una escena donde una abuela ejerce de mamporrera con un enorme caballo gris. Sí, una abuela y un caballo es lo que más me excita… es verlo y partir nueces con mi pene de siete centímetros en plena erupción. Que lo difunda por las redes porque se haría viral, pero no por lo sexual, sino por cómo el pellejo de mis escrotos llega hasta el suelo y me lo pillo y se me enreda entre las diminutas ruedas de mi silla de oficina cada vez que me muevo por la excitación.
Quiero, necesito hablar con él porque no creo que haya nadie en el mundo capaz de perder el tiempo creando un software sofisticado y luego esperar y esperar detrás de una pantalla a que me baje el pantalón hasta los tobillos y me sacuda el gusano. Aún menos que sea capaz de grabarlo. Y aún menos que se crea que con eso va a lograr 750 dólares porque si me ha visto los huevos, también la cara… y es fácil adivinar por mi mirada que por 750 dólares soy capaz de masturbarme en un cementerio el día de Todos los Santos… por 750 dólares me grabo yo un video lamiendo las varices de una abuela y dejándome sodomizar por un caballo gris.
En fin, no sigo porque creo que me explicado. Solo os cuento esto por si recibís un correo o un ‘wasap’ con un video, para que no es llevéis las manos a la cabeza y penséis que es un montaje. No, no lo es, soy yo en mis ratos libres. Yo soy, el hombre al que nadie puede chantajear. Soy yo, la integridad en persona. Soy yo, una abuela y un caballo gris.
PD: Gracias a la Guardia Civil por el aviso, jamás pensé que fuese una estafa.
No os perdáis la captura del correo: