Las campañas electorales de Pablo Iglesias y Ángel Gabilondo han sido delirantes.
Unidas Podemos y PSOE no han sido capaces de coger el tono y han centrados sus esfuerzos en plantear la cita con las urnas como un ajuste de cuentas con la historia. La retórica guerracivilista y el empeño en señalar
el (inexistente) fascismo como enemigo del pueblo madrileño del expresidente del Gobierno no han encontrado eco en una sociedad fatigada por la pandemia, preocupada por la economía doméstica y deseosos de mensajes positivos. Los madrileños saben que
si llenan de esperanza las urnas en lugar de odio, Madrid tiene futuro. El catedrático de Filosofía, por su parte, condenó su futuro cuando expresó aquel
“Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones”. Sin crédito, el candidato socialista balbucea cuando se le pregunta sobre si da el pacto por hecho.
Las cosas no marchan. ABC desvela que Pablo Iglesias plantea desembarcar en La Sexta con un
proyecto audiovisual porque no se va a chupar dos años de bancada en la oposición. Pedro Sánchez ha desaparecido de la escena, pese a que estuvo muy activo en precampaña, para evitar que le pasen el coste de la factura del más que previsible fracaso.
Salen tocados, además, por el torpe intento de convertir las amenazas recibidas por correo postal en asunto de Estado. La reacción de la opinión pública, con los años de plomo de ETA presentes, se ha movido entre
la indiferencia, la desconfianza y la mofa.
Los nervios traicionan a los partidos que gobiernan España en coalición. La intolerable referencia del ministro Ábalos a la vida sentimental de Díaz Ayuso revela la verdadera cara de un
Ejecutivo cínico y mentiroso. El comentario,
machista, no encontrará censura entre sus filas porque el PSOE no defiende la igualdad, sino que el partido se siente legitimado para repartir carnés de demócratas y modifica los límites de la dignidad según sus intereses.
La realidad, además, se impone. Madrid ha controlado la crisis sanitaria, ha reforzado la atención a los enfermos de Covid y, paralelamente, cosecha éxitos por su aperturismo económico. El dato de la Encuesta de Población Activa (EPA) pone de manifiesto que
era posible garantizar la salud sin necesidad de restringir duramente la actividad económica.
Andalucía, a imitación de Madrid, se decide a llevar a cabo una
rebaja masiva de impuestos que beneficiará a la mitad de la población y termina por arrebatar la voz cantante del PSOE en el debate público. El Gobierno de Juanma Moreno ha logrado recaudar más (por cada euro que ha dejado de ingresarse por el Impuesrto de Sociedades y Donaciones se han recaudado 4 euros por IRPF) y gastar mejor (en 2020, el SAS contó con un presupuesto récord y se ha ejecutado en el 99%).
Madrid y Andalucía, su gestión de la pandemia, las estadísticas, el
aire de libertad que se respiran en sus calles frente a las comunidades autónomas gobernadas por PSOE y Unidas Podemos, ha descolocado definitivamente a los
popes del socialismo y el podemismo, que parecen, con sus discursos catastrofistas y extemporáneos, predicadores alucinados del fin del mundo.