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Sábado 16/11/2024
 
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Torremolinos

Torremolinos: las calles del recuerdo (2)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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De entre las más de treinta calles y plazas que Torremolinos consagra a personajes que en algún sentido se destacaron por su quehacer en pro del pueblo, rememoramos en el artículo anterior a Mr. George Langworthy, cariñosamente conocido como "el inglés de la peseta", y que desde su Castillo de Santa Clara (recordado como Castillo del Inglés) socorrió a tantas familias necesitadas y repartió su fortuna entre los pobres del municipio. También destacamos la meritoria labor de doña Carlota Alessandri, pionera del turismo en Torremolinos durante los años treinta, que convirtió su cortijo de Cucazorra en el bello parador tan alabado por los ingleses. Por último dedicamos una breve reseña al contratista don Antonio Girón, que en 1922, cuando aún quedaba lejos el boom turístico, inició la construcción de treinta y dos inmuebles en Torremolinos, concluyéndolos en solo tres años.
Una de las personas que más contribuyeron al engrandecimiento de Torremolinos en el pasado siglo fue doña María Barrabino, cuya calle, hoy peatonal, transcurre entre la Plaza de la Independencia y la de la Costa del Sol, frente a la calle San Miguel. De hecho gran parte de la Plaza Costa del Sol y la avenida de los Manantiales eran terrenos de su propiedad. En 1940, por un precio simbólico, cedió el terreno de la céntrica Plaza al Ayuntamiento de Málaga. Posteriormente donó las tierras donde se abriría la avenida de Los Manantiales. Asimismo haría lo propio con el solar donde se construyó el edificio de la tenencia de Alcaldía, hoy sede local de la Cruz Roja. Posteriormente sus hijas Carmen y Lourdes, a instancias de su madre, donarían parte de su agreste propiedad para edificar la iglesia parroquial Madre del Buen Consejo.
Doña María Barrabino nació en Córdoba en 1866 y desde niña se desplazaba a Torremolinos para disfrutar de largas estancias. Con el tiempo heredaría de su Tía doña María Melgar la finca conocida como "Hacienda San Miguel", fijando definitivamente su residencia en ella. En su propia casa y en tiempos de gran penuria preparaba comida para los necesitados, a la par que realizaba otras muchas caridades. En el muro exterior de su finca, en la calle a su memoria dedicada, aún se conserva la hornacina, la única que hoy existe, que correspondía a una de las estaciones del Via Crucis que, comenzando su andadura en la actual Plaza Costa del Sol, alcanzaba la cima del barrio de El Calvario, razón por la cual ostenta el nombre, al decir del escritor malagueño José María Souvirón en su obra "Cristo en Torremolinos".
Singular personaje que en Torremolinos descubrió el cielo y aquí se quedó a vivir el resto de sus días, que fueron largos y fructíferos, fue Manuel Blasco Alarcón, primo segundo del genial Picasso. Nacido en Málaga el 31 de mayo de 1899, hasta que no alcanzó la edad de 60 años no se le ocurrió dedicarse a la pintura y a la literatura, y lo hizo de buenas a primeras como si toda su vida se hubiera dedicado a ello, particularmente en lo que respecta al arte pictórico. De gran popularidad gozan, entre otros, sus retazos dedicados a la Romería y a la calle San Miguel, de la que hace protagonista a su iglesia. De ambos cuadros goza el redactor de estas líneas el privilegio de conservar copias litográficas a todo color con dedicatorias de puño y letra del pintor, recuerdo indeleble de cuando esporádicamente, en amena tertulia con los inolvidables Manolo Naranjo y Manolo Alcántara, se reunía en Villa La Milagrosa, que era la casa del tercer Manolo de Torremolinos, Manolo Blasco, muy cerca del pequeño paseo hoy bautizado con su nombre, junto al Colegio de La Milagrosa. Su casa fue igualmente concurrida por insignes literatos y pintores como Pío y Julio Caro Baroja, y Pino La Vardera.
Manuel Blasco publicó su primer libro, "Málaga a comienzos de siglo", en 1974. Casi a la par publicó su novela "Don Diego Altamirano". En años posteriores lanzaría sus obras "La araña de bronce", "Cristal de Venecia", "Picasso insólito", "Picasso para niños", "Hojas de otoño" y "Mis personas elegidas". Junto a Manuel Naranjo y Carlos García Entrambasaguas, sería copartícipe del Pregón de la Feria de Torremolinos en 1984. El 4 de agosto de 1992, Manuel Blasco grabó su egregio nombre en el mármol sempiterno del recuerdo.
Pero, si el arte de la Pintura esbozó apenas unas pinceladas en el óleo del recuerdo, y si la Literatura inmortalizó a Torremolinos en decenas de obras, no menos hizo el glorioso arte de la Música, que ha paseado por toda España el nombre de la capital andaluza del turismo en la letra y en las estrofas de la famosa canción "¡Ay, Torre, Torremolinos!", interpretada magistralmente por la, en su año, Turista de Honor del municipio, Isabel Pantoja. De sus versos es autor el genio de Rafael de León, y de su música es padre el inolvidable Juan Solano Pedrero, que es también el compositor de la popular melodía de El Porompompero, popularizada por Manolo Escobar. Por su noble gesto musical, el agradecido Torremolinos inmortaliza en una de sus calles el nombre del Maestro Solano.

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