Las tradiciones festivas y religiosas del pueblo de Torremolinos, que sorprenden y sobrecogen al visitante que no espera hallar en el más turístico de los lugares tantas fervorosas muestras de adhesión popular, se manifiestan a lo largo del año revestidas de gran solemnidad. Torremolinos es un hervor de tradiciones que se miman como a las niñas de los ojos. Son oro guardado en el paño púrpura del corazón del pueblo.
Llama la atención el que en los amaneceres del siglo XXI Torremolinos siga particularmente fiel a sus tradiciones religiosas, las cuales van en aumento en todo el municipio y no solamente en algunas de sus barriadas, cuando lo que debía esperarse es precisamente lo contrario, como sucede en las grandes ciudades y en tantas poblaciones turísticas, ya que el espíritu de religiosidad decrece a medida que avanzan el consumismo, el ocio y, en definitiva, el materialismo, particularmente entre los jóvenes.
El pueblo de Torremolinos es único en el celo con que mima sus tradiciones. Lo sorprendente es que en el empeño se gastan no solamente las personas mayores, que es lo natural en cualquier pueblo, sino que hasta los más jóvenes se desviven por hacer manifiesta su participación en el Torremolinos tradicional, incluso "avanzando una milla más allá" de lo habitual.
Una de las tradiciones religiosas que en Torremolinos se superan en esplendor y recogimiento de año en año es la celebración de la Semana Santa, importantísima y emotiva demostración del espíritu religioso del pueblo. Su celebración ha despuntado en los últimos años con inusitado fervor, aún conviviendo en el municipio, en un variopinto abanico de respetables creencias, distintos colectivos religiosos cuyo comportamiento y pacífica tolerancia mutua son dignos de elogio. Torremolinos es, pues, cosmopolita en el aspecto religioso. El libro "Nuevo Torremolinos", reeditado por el Ayuntamiento, expone que la Semana Santa tiene "un protagonismo relevante y un profundo arraigo en el municipio". Y, en lo que respecta a las tradicionales procesiones, añade que "concitan cada año mayor interés y seguimiento popular".
Las distintas cofradías, con centenares de entusiastas miembros de todas las edades, pletóricos de juventud en su mayoría, se afanan por el privilegio de conseguir portar sobre sus hombros, en las típicas procesiones que van del Domingo de Ramos al de Resurrección, los regios y pesados tronos, ricamente ornamentados, de: "La Pollinica", "Nuestro Padre Jesús de la Sentencia", "Nuestro Padre Jesús Nazareno", "María Santísima de los Dolores", "María Santísima del Calvario" y "Cristo Resucitado". Un mar de gentes que guardan la pía tradición popular o que simplemente la contemplan como espectadores, inunda las calles. La estampa es particularmente insólita y emotiva en las noches del Martes y Viernes Santo. El libro "Nuevo Torremolinos" comenta así las pertinentes y expresivas fotografías que de la semana de la Pasión ilustran sus páginas: "Los sucesivos desfiles procesionales ofrecen instantáneas de gran belleza y simbolismo, representativas de la importancia que tiene en Torremolinos la Semana Santa como expresión de fervor popular y como atractivo turístico de primer orden".
Detalle significativo a considerar con respecto a las tradiciones de Semana Santa en Torremolinos, es que, según el escritor Jose María Souvirón en su obra "Cristo en Torremolinos", el nombre de El Calvario con que popularmente se conoce el barrio y la cuesta que hasta él asciende, se debe a que en otro tiempo se efectuaba un solemne Via Crucis a lo largo de su recorrido. Cada estación estaba señalada por una hornacina que alojaba en su interior a un Cristo. De ellas solamente ha quedado como recuerdo la empotrada en el muro de la casa de María Barrabino.
Muestra elocuente de la devoción popular tradicional es asimismo el gran Cristo de Dalí pintado sobre la pared de uno de los edificios de la avenida de Isabel Manoja, importante arteria de las procesiones de Semana Santa en Torremolinos.