En cinco particulares aspectos podríamos catalogar el asombroso cambio experimentado por Torremolinos en la década pasada: el turístico, el urbanístico- medioambiental, el cultural-educativo, el deportivo-recreativo y el social o de bienestar público. Cierto que hay otros aspectos de los que el pueblo se ha beneficiado al máximo en estos prodigiosos años; pero los enumerados vienen a ser el esqueleto de la actividad ciudadana, maciza estructura que, en permanente crecimiento, renueva la fisonomía del municipio. Torremolinos se comprometió solidariamente a embarcarse en la nave del progreso y en ella continúa embarcado. La cooperación al unísono de todos los marineros asegura el éxito de la empresa. La nave de Torremolinos no conoce otro puerto que no sea el de la prosperidad; su misión no es un simple y ciego surcar, es un continuo e inteligente avanzar por los bien trazados canales del éxito proyectado desde el principio. Hoy consideramos, además del aspecto urbanístico-medioambiental, el turístico, fundamento y tuétano del esqueleto del pueblo y primordial razón de ser del Torremolinos que avanza.
En el aspecto turístico, Torremolinos es el rey de la gran antorcha. Lo ha sido siempre y, aunque en la famosa década de los sesenta su brillo más cegaba que alumbraba el camino -el cine plasmó efímeros e irreales colores de un paraíso sensual y utópico-, a partir de los setenta se fue apagando la llama por falta de combustible que la avivara y mantuviera. No fue regada y mimada debidamente la delicada flor del turismo ni tampoco se alimentó adecuadamente a la gallina de los huevos de oro. Era el de entonces un turismo de masas que solo buscaba la playa, el sol, la diversión y el atractivo del momento. Muchos de aquellos visitantes se hubieran quedado de buena gana, al jubilarse, a vivir para siempre o al menos temporalmente (y de hecho algunos pudientes se arriesgaron), en este genuino paraíso que era Torremolinos; mas, ante los abusivos precios que muchos especuladores inmobiliarios imponían (que no porque el pueblo llano no les mostrase su característica hospitalidad y gracia), optó la mayoría por otros ambientes a su entender más apetecibles.
Con el amanecer de la independencia municipal de Torremolinos en 1988 se esperaba un cambio drástico; mas hubo que esperar una interminable semana de años para que la luz de aquel amanecer se abriera paso entre los densos nubarrones que aún cubrían el cielo. Hoy contemplamos una radiante mañana. Las aguas de los manantiales del turismo fluyen ahora copiosas como las aguas de los manantiales literales de Torremolinos. Esta es la mañana; y aún queda el cénit del mediodía y la tarde esplendorosa. Pero, aunque llegue la noche, el faro potente de Torremolinos seguirá alumbrando intensamente, si lo cuidamos, las sendas todas del turismo. Este turismo ya no es la gran masa informe de ayer; ahora es un turismo de excelencia que, sumado al residencial, el que pasa largas temporadas en la población, afianza el edificio turístico del municipio y le permite crecer más sólidamente, todo ello sin olvidar la legión de complementos y servicios paralelos, auténticos imanes que atraen al visitante de calidad, como son los congresos y exposiciones, los cuales se verían reforzados y aumentados si el municipio contara con hoteles de cinco estrellas.
En el segundo aspecto, en el urbanístico y medioambiental, Torremolinos es hoy dechado de ciudades, con sus tranquilas, espaciosas, saneadas y acogedoras plazas; calles limpias, bien pavimentadas y alumbradas; largas hileras de arbustos y árboles en las vías públicas; innumerables zonas verdes y ajardinadas; playas amplias y limpias con oasis de palmeras e iluminación nocturna en la del Bajondillo; divertidos y seguros parques infantiles; inmensos y amenísimos jardines y parques (Jardín Botánico, Parque El Olivar, Parque de La Batería…); bellas fuentes ornamentales y monumentos en plazas y rotondas, etc. Verdaderamente, la funcionalidad, la belleza y la pulcritud se hermanan con la paz y la seguridad que hoy respiran las calles y plazas del Torremolinos que avanza.