Habrá muy pocas cuestiones que aglutinen tanta unanimidad. Y es que una inmensa mayoría estamos de acuerdo en que cuando te quitas esa venda el mundo, en general, mejora ostensiblemente. Pero tú sigues haciendo caso omiso y te empeñas en preocuparte por sostener una balanza absurda y totalmente descompensada en la que el mal seguirá pesando infinitamente más que el bien.
Hace unos días, sin embargo, sí que accediste a indagar en una historia que clamará al cielo por los siglos de los siglos.
Siempre defenderé que la imagen más bochornosa de la puñetera pandemia ha sido ver como los héroes que se han jugado la vida día tras día acudían a la lucha contra el bicho vestidos con bolsas de basura y sin el más mínimo equipamiento necesario para estar en primera línea de fuego.
Ahora, en la Comunidad de Valencia, la Justicia ha condenado al gobierno regional a indemnizar a los sanitarios que denunciaron su lamentable situación con unas cantidades que oscilan entre 5.000 y 50.000 euros. Una verdadera limosna para compensar tan encomiable labor. Pero lo más importante de la sentencia es el castigo a la negligente actitud de unos gobernantes que, como siempre, priorizaron seguir llenando sus asquerosos buches a ofrecer la ayuda necesaria al pueblo que les encaramó en sus pestilentes tronos.
A partir de tan importante paso, varios sanitarios de distintas comunidades autónomas preparan ya sus alegaciones para denunciar las lamentables situaciones en las que se vieron obligados a trabajar. Por lo tanto, es de esperar (por mi parte, al menos) que sigan cayendo sanciones para todos los que se colgaron medallas dando a entender que sus gestiones fueron decisivas para vencer al virus, cuando los verdaderos artífices de aquellas victorias parciales fueron únicamente nuestros profesionales de la Sanidad.
No hubiera sido justo en absoluto que el abnegado esfuerzo de esos ángeles con bata fuese recompensado con unos tímidos plausos. Ahora sí que deberíamos rompernos las manos celebrando el innegable acierto de la diosa Justicia.
También estimo conveniente matizar que este escrito no condena ningún color en particular, pues seguro que aparecerá algún indignado pensando que me refiero al partido de sus amores. Para nada. Mis palabras de denuncia van dedicadas a todo el Arco Iris formado por los dirigentes que han permitido que un colectivo se haya jugado la vida en condiciones completamente indignas.
Por lo que a mí respecta, tendría que vivir diez vidas para expresar mi agradecimiento a todo el gremio de sanitarios de este país. En cuanto a ti, mi cada vez menos querida diosa, sigo sin entender como no te quitas esa dichosa venda con más regularidad.