Me gusta la ministra Teresa Ribera y su forma de hacer política aunque una mala tarde la tiene cualquiera como, por ejemplo, aquella en la que llamó señorito y gamberro al presidente andaluz Juanma Moreno en el marco de la polémica en torno a Doñana que, finalmente, mutó en acuerdo.
Hace una semana, protagonizó un ayuno informativo de la cadena Ser en la Torre de Sevilla. Durante su exposición, demostró otra forma de hacer política, alejada de la confrontación permanente, algo muy de agradecer en estos tiempos que corren y rápido. Admitió que no entendía el viaje de Moreno a Bruselas para reclamar la activación del Fondo de Solidaridad por la grave sequía que padece Andalucía al considerar que esa línea de ayudas no es la adecuada ni suficiente para el problema estructural que padece la región andaluza. La ministra de Transición Ecológica también reconoció que se había enterado de que el Gobierno andaluz estaba anunciando la llegada de buques cisterna con agua a los puertos andaluces, pero que no se le había informado directamente ni a ella ni a su Gabinete.
Con esas dos premisas, el 90% de los políticos en ejercicio habrían hablado de deslealtad institucional, de que la Junta ignora al Gobierno central o, incluso, alguien habría ido más allá suponiendo qué habríamos dicho si la Generalitat se salta a la torera al Gobierno central y se dirige a Bruselas para reclamar ayudas contra la sequía en las que el Ejecutivo de Madrid tiene una gran parte de competencias, tantas como cauce tiene el río Guadalquivir en Andalucía. Pues, no. Teresa Ribera anunció que llamaría al día siguiente al presidente de la Junta para coordinar las actuaciones entre ambos gobiernos y, además, ¡lo hizo!
Ya tenemos algo sorprendente: una política que cumple su palabra. Habló con el líder andaluz, acordaron reunirse y lo harán el próximo 22. Ésa es la política que anhelo: la del sentido común. A pesar de que no le gustaron las formas del Palacio de San Telmo a la hora de gestionar la sequía, ella comprendió que las dos administraciones tenían que hablar, aunque no le hubieran informado previamente. Y no hubo testosterona de por medio, ni orgullo, ni soberbia. Fue la ministra la que descolgó el teléfono para hablar con el presidente andaluz. Es la vía Ribera, que ya dio sus frutos en el Parque Nacional de Doñana.