A juzgar por sus investigaciones, los autores del citado estudio indicaron que existen componentes químicos correspondientes a tipos de cáncer específicos que circulan por el cuerpo humano y que un perro puede oler.
Esto abriría, según un equipo de expertos del Departamento de Cirugía de la Universidad de Kyushu, en Japón, la posibilidad de desarrollar pruebas para poder detectar la enfermedad antes de que haya podido extenderse a otras partes del cuerpo.
Para llegar a estos hallazgos, se llevó a cabo un experimento con un perro labrador especialmente adiestrado, que realizó durante varios meses pruebas de olfato entre las que se incluyeron test de aliento y muestras de heces de los participantes.
Las muestras pertenecía a 48 personas diagnosticadas con cáncer de intestino y a 258 voluntarios que no sufrían la enfermedad o que habían tenido cáncer en el pasado.
Aproximadamente la mitad de las muestras de voluntarios procedían de personas con pólipos de intestino que, aunque benignos, se consideran precursores del cáncer.