Elorrio es un feudo de los llamados abertzales, nombre que no entiendo porque significa “independentistas” cuando, en realidad, son batasunos, herederos de la banda ETA. Y Elorrio se ha convertido en la demostración más clara y contundente de lo que puede hacer Bildu: gritos, amenazas e increpaciones a la nueva alcaldesa del PNV, Ana Otadul, pero que tuvieron especial virulencia con el único concejal del PP, Carlos García.
Carlos fue la diana de todos ellos porque con su voto a los nacionalistas del PNV impidió que Bildu alcanzara la alcaldía y soportó estoicamente la terrible tensión que se produjo. Carlos, además, hizo mención en su breve discurso de algunas de las víctimas de ETA, pero fue inmediatamente interrumpido por los silbidos y los gritos de un centenar de personas con pegatinas de Bildu y con logotipos a favor del acercamiento de los presos, habiendo llenado el salón de plenos desde una hora antes del comienzo de la sesión.
Entre gritos de fascistas, Carlos nombró a Miguel Ángel Blanco, Isaías Carrasco (ex concejal socialista de Mondragón), Jesús Mari Pedrosa ( ex concejal popular en Durango) e Ignacio Uria (empresario de Azpeitia), todos ellos asesinados por ETA. Carlos recibió todo tipo de insulto desde “hijoputa” hasta todo tipo de improperios y tuvo que salir escoltado y fue perseguido y zarandeado por los batasunos.
Los hechos son como son. Ninguno de los 100 alcaldes que ha obtenido Bildu ha condenado la violencia de ETA y, ni mucho menos, ha pedido la disolución de la banda. Significa el regreso de los herederos de Batasuna y es un indignante agravio a las víctimas y un enorme retroceso de décadas en la lucha antiterrorista.
El Tribunal Constitucional debería tomar nota de lo que está ocurriendo y el ministro del Interior y vicepresidente del Gobierno, señor Rubalcaba, que comentó que estarían pendientes de cualquier acto ó acción que indicara el incumplimiento de la Constitución, creo que ya lo debe tener mas que clarito, porque si no lo tiene, vamos a volver a tener otra vez la Ley del terror en el País Vasco. Por ello, quiero desde aquí ofrecer mi pequeño homenaje a Carlos García y también quiero expresar mis miedos a lo que puede ser una vuelta a esos años negros.