Da la sensación de que hemos llegado a un punto en donde muchos creen que difundir malas noticias tenga alguna especie de mérito, donde muchos van pregonando todo lo peor que ocurre, por si alguien aún no se ha enterado.
Creo que todos somos conscientes de que los problemas están ahí y no hay que negarlos, pero hablar constantemente de ellos, quejarse continuamente, empeora aún más las cosas, porque cuando la queja no tiene un propósito definido, enfocado a buscar una solución, lo que hacemos es convertirnos en parte del problema, magnificarlo, enquistando las emociones negativas y aumentando la sensación de impotencia.
Cada vez que hablamos y nos dirigimos a alguien nos convertimos en una influencia negativa o positiva, es decir, construimos o destruimos. Nuestras palabras tienen una influencia y un poder mucho mayor del que imaginamos y no sólo ante los demás, sino hacia nosotros mismos, ya que nuestras palabras influyen en nuestro propio estado de ánimo.
En ese constante estado negativo, nuestro rendimiento y productividad disminuye de manera drástica; es difícil reconocer las oportunidades aunque nos crucemos con ellas y reducimos la creatividad a mínimos, por lo que debemos intentar, a pesar de las circunstancias, crear entornos más positivos para generar estados emocionales más positivos y productivos.
Las palabras positivas valen lo mismo que las negativas, por lo que te animo a repartir menos negatividad y sembrar más semillas de esperanza e influencia positiva. Así no solamente ayudarás a ser una influencia positiva en los demás, sino en ti mismo.