Las repetidas deserciones de trabajadores de restaurantes norcoreanos en China han sacado a la luz la situación de esos establecimientos, que son uno de los métodos que permiten al régimen de Pyongyang obtener divisas de forma discreta.
Atendidos cada uno por una multitud de camareras, cocineras e intérpretes, sus uniformes y disciplina recuerdan, aunque en otro ámbito, al grupo musical femenino Marenbong, famoso por sus loas al líder norcoreano y conocidas informalmente como "las chicas de Kim Jong-un".
La última deserción ha sido la de tres trabajadoras de un restaurante en la provincia noroccidental china de Shanxi, un caso que se divulgó este miércoles pasado una vez que llegaron a Corea del Sur.
En abril, el encargado y doce camareras de un restaurante de Ningbo (este de China) huyeron a Corea del Sur, y en mayo se anunció desde ese país la fuga de otro grupo de dos o tres personas de un establecimiento similar.
Estas deserciones han llamado la atención por dos motivos, el primero porque el personal de estos restaurantes es elegido por su lealtad al régimen y, según informaciones de Corea del Sur, las empleadas son hijas de familias vinculadas a la elite dirigente.
Y también destaca la nueva benevolencia de las autoridades chinas, quienes explican que no pueden oponerse al paso de los desertores camino de Corea del Sur (normalmente a través de un tercer país como Tailandia o Vietnam) si tienen documentos de viaje válidos.
La primera deserción, también la más numerosa, enfadó mucho al Gobierno norcoreano, que afirmó que los trece desertores habían sido secuestrados y exigió -sin éxito- su repatriación.
Los restaurantes en países extranjeros son una de las herramientas que el régimen de Corea del Norte utiliza para lograr divisas, especialmente ahora que la nueva oleada de sanciones internacionales tras el ensayo nuclear de enero ha afectado incluso al comercio con China, su tradicional apoyo.
Las autoridades norcoreanas no ofrecen cifras, igual que China, que ha rechazado estos días detallar cuántos restaurantes operan en su territorio.
Según Corea del Sur, el régimen de Kim Jong-un opera unos 130 restaurantes en 12 países -la mayoría de ellos en China- que le generarían unos 10 millones de dólares (unos 8,7 millones de euros) anuales.
En Pekín, una búsqueda rápida arroja al menos ocho restaurantes norcoreanos. Uno de los más conocidos está situado al lado de la embajada de Pyongyang, en el barrio diplomático de Ritan, y las camareras, todas chicas y jóvenes, residen en el mismo complejo de la propia legación diplomática.
Es común verles realizar el recorrido entre ambos edificios bajo una evidente compañía masculina, aparentemente para evitar que puedan desviarse del camino oficial.
Los restaurantes ofrecen platos típicos de la península coreana, como barbacoas colocadas en cada mesa, para que los clientes se cocinen la carne a su gusto, además de verduras encurtidas y "kimchi", la tradicional col fermentada, o pescados y cefalópodos a la plancha.
Para beber, está la cerveza norcoreana de marca Taedonggang y también hay un licor, soju, similar al sake japonés pero aromatizado con ginseng.
Otro de los restaurantes está en el barrio de Wangjing, conocido popularmente como "Koreatown" por el elevado número de ciudadanos surcoreanos que allí residen.
Tras el último ensayo nuclear de Pyongyang, el Gobierno de Seúl pidió a sus ciudadanos (expatriados o turistas) que no acudan a estos establecimientos a fin de no ayudar a financiar al régimen del norte.
Aquí, con más clientela oriental, hay más platos que espantarían a turistas o curiosos occidentales, como sopa, carne o costillas de perro, o "sopa de la longevidad" elaborada con tortuga caimán.
La decoración oscila entre la interpretación local de la modernidad o el recargado ornato oriental. En algunos hay escenario para actuaciones musicales (todas las artistas son chicas) que varían de los instrumentos tradicionales al grupo pop de batería, saxo y guitarra eléctrica.
Y todas las trabajadoras, incluidas las cocineras, llevan uniformes impecables, con unos modales y atención al comensal exquisitos. Eso sí, es casi imposible hacer fotos o entablar conversación que se salga de lo estrictamente profesional.
Con un chino muy correcto, una camarera se limita a indicar que también habla ruso y lleva algo menos de un año en China, un período en el que no ha salido de Pekín.
Para redondear la velada, se ofrecen también a la venta "recuerdos" de Corea del Norte, como libros con colecciones de sellos (especialmente con los sucesivos líderes norcoreanos de la dinastía Kim) o tónicos de ginseng.
En otros restaurantes norcoreanos en zonas menos accesibles a los occidentales es posible ver indicios más claros de su origen, como banderas nacionales, según se puede ver en redes sociales.