Pozos Dulces es y sigue siendo, y cualquiera sabe si determinante en un futuro próximo, en un problema más que una inversión provechosa. Una ruina de gestión, pantanosa y casi indefinible a tenor de los acontecimientos. El paseo realizado por los políticos y colectivos sociales por sus obras ofreció más dudas que un porvenir triunfal a unas obras que se enquistan y que vuelven a manifestar lo enrevesada y opaca en la que ha manejado desde sus comienzos.
Las obras que se han llevado ya por delante la estabilidad del Gobierno local dejándolo en minoría, una penalización millonaria por descartar a su homónimo de la Plaza de Toros y con serias dudas de una finalización en forma.
En tiempo ya es notorio que imposiblemente. Hablan de finales de 2019; es decir, en el mejor de los casos dos veranos más por delante con las obras sin acabar que se suman a otros tantos con Pozos Dulces bajo una imagen lamentable e indecorosa. Con un retraso más que considerado, en la mejor de las situaciones en las que se puede encontrar las previsiones oficiales son finiquitarlas, sin asegurarse al 100%.
Eso lo expuesto, la incertidumbre se acrecienta cuando ya se traslada de que la financiación está comprometida también por las gestiones realizadas anteriormente con Impulsa. El pasado vuelve a lastrar una inversión desastrosa que ya no puede ocultar sus dudas y sus miedos a que al final el parking no sea subterráneo.