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Lunes 18/11/2024
 
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España

Toca madera

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La calle San Juan es luminosa y empinada, cosechadora de historias infinitas como la del otro día del helicóptero estrellado , que se pegará a muros y casapuertas para ir de boca en boca de comadres y pasar a hijos y nietos, que envejecerán y criarán arrugas y luego desazones , en el cementerio, que tiene a sus puertas floristas lozanas , para que nunca se te olvide llevar una ofrenda a los muertos.



Muertos y casi olvidados , quedaron tendidos los seis desgraciados viandantes de la calle San Juan , cuando en el 63 a un camión se le fueron los frenos y los dejó secos , contra el adoquinado. Todos ellos eran del Puerto , menos el chicuco del freidor, cosas de la época, gloria para ella, que era , cómo no , gallego. Pero fíjense en la curiosidad , ninguno vivía en San Juan , sino que todos iban de pasada.

Tampoco ha resultado nadie herido -de San Juan- con lo del helicóptero, siendo la única finada de la calle, la mujer que asesinó el descerebrado de su marido, dejando vida y rastro de sangre coagulada en el asador, para después ver los suyos, en la Audiencia, quemándoles las entrañas , que el individuo decía en juicio, que ella encima lo maltrataba y que no tuvo más remedio que matarla , el muy condenado, porque la situación era insostenible , cuando en realidad es lo de lo mismo más, con abusos machistas, descalificaciones, insultos , vejaciones y por último, llámese la guinda del pastel podrido, sentencia de muerte como la del toro, con cuchillo clavado de un solo tajo en pulmones y corazón y después huida cobarde, con el del asador y los vecinos de San Juan , dándole alcance.

También corrían con buen pie los comunistas, calle arriba, en las postrimerías del 36 y la madre de la Pimpina que los escuchaba, de noche y de día, corría a cerrar las puertas de madera solida de la casapuerta , no fuera a colarse alguno y lo siguiera la muerte cuadrada en armas y por eso abrazaba a su hija y temblaba , mirando el horizonte lejano , desde el torreón empinado de su azotea, quizás presintiendo , lo que se les venía encima. No presentimos el futuro, sino que vemos que nos pasó por encima con tacones de aguja , los que sabemos quién era Juman y vemos sus fotos en el bló de José maría Morillo y descubrimos que nos hemos hecho mayores y que aquel que hizo las fotos de boda de nuestros padres, ya estuvo allí , como profesional en 1963, cuando aún no habíamos vivido nada , ni sabíamos que San Juan tenía baraka, como Rajoy, que se cae del helicóptero y sale indemne, porque para nosotros esa calle no era , ni es, más que hervidero de gente , con galerías en bajos que dan ladrillos a cambio de euros y arena y losas y saquitos de cemento y pequeñísimas tiendecitas y un sinvivir que no es vida, sino microuniverso. Hasta el accidente del camión, la calle San Juan tenía dos direcciones, una para la iglesia y otra para el camposanto.

De la iglesia venían corriendo, poniendo pies en polvorosa, los rojos , y para el camposanto, iban en camiones llenos , para no volver. Ahora la calle discurre solamente para arriba y sale a nuevas urbanizaciones y a encaladas fachadas , dejando abajo iglesia , calles de vecinos de siempre y tiendecillas diminutas.

Para nuestro deleite, seguirá igual cien años más y seguramente otros cienes de cienes, pero lo que sí digo es que si ya en el 63 la casa del párroco quedó tocada y tardó años en restaurarse y ahora con el helicóptero, también le han dado lo suyo, lo mismo Diego Valle- el párroco- debería poner cuidado , no sea que la fatalidad esté apuntando y lo mismo debería llamar a Rajoy y que le contara su secreto , porque apuntar, no sé quién, apunta maneras, que en el 63 , le zumbaron con ganas y ahora casi le impactan de pleno, no sea que el satélite , ese, que está perdido y no se sabe dónde va a aterrizar, vea lo bonita que es esa cuesta, el hueco que dejó el helicóptero y lo bien que se aterriza, poniendo tecnología de la NASA a pie de casa parroquial y dándonos a todos una sorpresa.

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